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Algo absurdo ocurrió camino a la inteligencia artificial
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Algo absurdo ocurrió camino a la inteligencia artificial

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Algo raro pasó con la evolución de nuestro cerebro. Saltamos relativamente rápido a ser criaturas sumamente inteligentes, pero la evolución no fue a la par de nuestro nivel emocional. El homo sapiens sapiens es pues un genio en la mente de un niño que puede ser agresivo o muy impulsivo. Esto se vio cuando descubrimos la energía atómica. Brillante hallazgo que, sin embargo, estuvo a punto de destruirnos. Y lo siento ahora mismo cuando los alumnos, deslumbrados por la inteligencia artificial, la usan más bien para ahorrarse el trabajo de hacer sus propias tareas. Entre las soluciones planteadas está la de generar estrategias para que los profesores revisen los trabajos de los educandos con programas especiales de detección que nunca son suficientes. Pero aquí caemos en el reino del absurdo, una tecnología nueva está dando doble trabajo a los ya fatigados docentes, generando un problema que más que técnico es ético. Es absurdo.

Lo absurdo puede provocar temor o risa, felizmente estoy viendo que destaca el segundo caso en las redes. Este año se ha hecho viral en TikTok e Instagram un desfile de personajes surrealistas con esa estética melancólica de las imágenes hechas por inteligencia artificial. Se trata del denominado Italian Brainrot, lo primero es porque se escucha la voz de un narrador que parece hablar en italiano, lo segundo, Brainrot, es la palabra elegida por los usuarios como término del año 2024 del diccionario de Oxford. Básicamente, el término denota la capacidad de Internet de afectar emocional e intelectualmente al usuario. El nombre es pues autoparódico por parte de los consumidores de Internet. ¿En qué consiste el Italian Brainrot? Es muy simple. Una voz con ritmo y entonación graciosa que pronuncia y describe en italiano con extraño acento los nombres de diferentes personajes construidos por yuxtaposición caótica. Así tenemos un tiburón de tres piernas, cada una rematada en zapatillas Nike, una bailarina cuya cabeza es una taza de café humeante, un híbrido de cocodrilo con bombardero o un cilindro de madera con cara, que carga un bate de béisbol. Es un tipo de humor que encanta a gran parte de los jóvenes por ser totalmente absurdo, sin sentido, disruptivo y sin la necesidad de “decir algo” o “demostrar algo”. A su vez, creo, es una forma de reírse de la inteligencia artificial, un nuevo poder también genera un nuevo humor, y este humor es una forma de confrontar el temor hacia algo que no terminamos de comprender.

Lo absurdo también puede ser tierno. Hace poco un alumno me comentó que ante un problema sentimental buscó consejo del ChatGPT, en otras palabras, a la inteligencia artificial. Ahora bien, se dio el trabajo de condicionar a su consejero virtual, pidiéndole que “aconséjame como lo haría Sócrates”. Me sorprendió la situación, pero no estoy seguro de que me asombró más: si era el hecho que ahora los problemas de amor eran compartidos con máquinas que no sienten nada de amor, o por la curiosa selección del confidente.

Definitivamente Sócrates no sería un buen consejero amoroso (bueno, elegir a Nietzsche hubiera sido peor). Le dije que la información que recibiría se basaría en lo que aparece en Internet y que circula un montón de frases y aseveraciones que son atribuidas falsamente a Sócrates. Le comenté que yo más bien sospecharía que Sócrates no contestaría a sus dudas, sino que le haría más preguntas para que él mismo encontrara su verdad. La conclusión a la que llegamos fue que debemos hacer algo que la inteligencia artificial no puede hacer: dudar, cuestionar, crear y asombrarnos. Hace 2.500 años a Sócrates le costó la vida enseñarnos a pensar a través de las preguntas. ¿Aprendimos?

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alexander Huerta-Mercado es Antropólogo, PUCP

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