Héctor Villalobos

El partido que lleva el nombre de está a un paso de hacerse humo. Las aspiraciones presidenciales del condenado por asesinato han recibido un duro golpe. Es una buena noticia para el país y un precedente contra la institucionalidad cándida. Una agrupación cuyo líder regurgita –cada vez que le dan tribuna– un lenguaje de odio y promueve los asesinatos selectivos no puede tener cabida en un sistema democrático.

El radical exaltado al que tanto le encanta hablar de balas, fusilamientos y derramamiento de sangre ha sufrido una primera derrota política, pero con las armas de la legalidad, no con las de la violencia que tanto promueve.

Es cierto que el fallo judicial que declara la ilegalidad y disolución del partido Antauro puede ser apelado y aún debe ser ratificado. Pero, ante la contundencia de los argumentos del tribunal que dispuso la disolución de la agrupación, es difícil creer que la instancia superior fallará en sentido contrario.

La inminente desaparición de la organización no significará, lamentablemente para el país, el fin de la carrera política del radical. Sus sueños de opio de poder seguirán vigentes. Si bien quedará descartada su candidatura presidencial para el 2026, podría postular como senador o diputado en alguna de las agrupaciones con inscripción vigente. Antauro Humala en el próximo , a la cabeza de una bancada de extremistas, también puede ser perjudicial para el . Opciones no le van a faltar. Ahí está su amigo acusado por la fiscalía de golpista, con su partido como la alternativa más cercana.

Por más solidaridad que expresen de la boca para afuera, varios políticos antisistema y con partido (propio o prestado) se deben estar frotando las manos y relamiéndose ante la posibilidad de que el condenado por el ‘andahuaylazo’ quede fuera de carrera. Mientras Antauro Humala lloriquea frente al quiosco, otros ya están pensando en ocupar su lugar.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Héctor Villalobos es Editor de Política

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