Juan Urbano Revilla

La victoria de fue la estela de la independencia incontenible en el tiempo. Lucha de sables y centauros, a partir de allí se decidió la balanza de la libertad continental.

Los primeros días de agosto de 1824, el Ejército Unido Libertador y el Ejército Real del Norte se desplazaban por los márgenes opuestos del lago Chinchaycocha o Junín. Entonces, decide dirigirse hacia Reyes, a fin de aislar a los realistas de su base de Huancayo.

Al amanecer del 6 de agosto partió el Ejército Libertador de Conocancha y a las 10 de la mañana cruzó el río Mantaro por Carhuaro, con el agua hasta el pecho. A las 4 de la tarde, la vanguardia de caballería con 900 hombres al mando del general Mariano Necochea llega al paso que conduce a Chacamarca sobre las pampas de Junín a 4.100 m.s.n.m. Bolívar decidió atraer a Canterac hacia un combate; entonces, al descender al llano la caballería encontró un terreno franqueado por las elevaciones que encolumnaban sus fuerzas, más pantanos. Canterac, al ver este osado movimiento y convencido de su superioridad, dispone enfrentar a la caballería independentista solo con su reputada caballería de 1.300 jinetes, desplegando una línea de combate e iniciando una impetuosa carga.

Se produce el violento choque de ambas huestes de caballería, a punta de sables y lanzas, los escuadrones de granaderos y húsares de Colombia, los granaderos de los Andes, más dos escuadrones de húsares del se batían con bravura contra los escuadrones realistas. Necochea cayó herido y prisionero, con lo que la caballería quedó al mando de Miller. Los patriotas eran diezmados y perseguidos por la caballería realista.

El general La Mar dispone que el teniente José Andrés Rázuri comunique el repliegue de la caballería inactiva; entonces Rázuri llega a la zona de acción y, en una exacta apreciación de un momento de vulnerabilidad del enemigo, recomienda al Tte. Cnel. Isidoro Suárez, jefe del primer escuadrón de Húsares del Perú: “Mi coronel, es el momento de atacar”.

Suárez decide emprender el ataque, cargando resueltamente sobre el flanco y retaguardia de las tropas de Canterac, lo que causó el desequilibrio y pavor en la caballería realista; es más, se rehacen los granaderos y demás húsares patriotas, quienes toman nuevos bríos en la batalla y se vuelven aniquiladores del enemigo. Fue esta la instancia de Rázuri, correcto proceder que no constituye desobediencia.

En una acción de poco menos de una hora se declaró el triunfo patriota. Al día siguiente, en reconocimiento a los Húsares del Perú, Bolívar les otorgó el nombre del campo de batalla, perennizándolos como Regimiento Húsares de Junín.

Los realistas tuvieron 248 bajas, mientras los patriotas 144, entre muertos y heridos. Allí cayeron los bravos Cipriano Lizárraga, Carlos Sowersby, nacido en Bremen, Miguel Cortés, entre otros. Es más, se inició la persecución y Canterac emprendió una desesperada huida en dirección al Cusco, donde “las noticias que diariamente llegaban al interior […], en el cuartel general del virrey [La Serna], eran tristísimas” (García Camba). Asimismo, perdieron 400 caballos, almacenes, armas, municiones y tuvieron ingentes deserciones.

Entonces, el mayor impacto de la batalla fue abatir gravemente la moral de las fuerzas realistas, mermar su arrogancia de muchos años victoriosos. Además, al separarse Canterac de su infantería, dislocó y arruinó su ejército. Más aún, los realistas perdieron el dominio de las provincias de Tarma, Lima, Huancavelica, Huamanga y parte de las del Cusco.

En Junín se marcó el preludio del fin del poder realista y en ambas tiendas en campaña se vislumbraba la batalla final que decidiría el destino del Perú y la libertad americana.


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Juan Urbano Revilla es Presidente del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú