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Criminalidad y debate electoral
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Criminalidad y debate electoral

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La inseguridad y la criminalidad serán el tema medular de la campaña electoral. Habrá una disputa por aparecer como el más radical y el que convierte sus lemas y propuestas en los más creíbles. No faltarán aspirantes que quieran aparecer como los malos del barrio, para quienes vencer al crimen se contrapone a la democracia y los derechos.

Es de esperar que en el debate prime la idea de que la lucha por la seguridad ciudadana, siendo preferencial, es compleja. El simplismo es enemigo del éxito. Para comenzar, es imprescindible un diagnóstico certero. El crimen organizado y los negocios ilegales esconden múltiples aristas. El narcotráfico, la minería ilegal, las extorsiones, la trata de personas, el robo por vía digital, el sicariato, obedecen a la lógica de ganar dinero ilegal, pero cada rubro posee sus propias redes, formas de organización y modos de funcionar, aunque pueda haber fuentes de financiamiento que se retroalimentan.

En un territorio tan variado geográfica y culturalmente como el Perú, es evidente, por ejemplo –ya hay serias investigaciones al respecto–, que existen minerías ilegales, así, en plural. No hay una manera única de abastecerse, producir y comercializar oro ilegal, por mencionar un caso: no se procede de igual modo en Madre de Dios, en la frontera con Colombia y Ecuador o en La Libertad, que en las regiones andinas y comuneras de Ayacucho y Arequipa.

En general, ante la inseguridad, habría que comparar el Perú con países como México y Colombia, por tamaño, población y complejidad social y cultural, aunque en todos lados los pobres son los que más la sufren. El Salvador, con sus maras organizadas, es otra historia. Aquí, la multiplicación de las cárceles no será, ni de lejos, suficiente.

Por lo demás, hay que sumarle a la lucha contra el crimen una drástica ofensiva contra la corrupción. Es ingenuo imaginar algún éxito si no se las ve como inseparables. La principal modalidad de captura del Estado y sus instituciones, en particular las especializadas en la lucha contra el delito, es la corrupción. Se requiere, también, labor de inteligencia y, a la vez, una policía de cercanía o comunitaria capaz de reconquistar la confianza ciudadana.

Con una sociedad altamente informal y un Estado débil para imponer la ley, además de atrapado por la corrupción, el desafío es enorme y no le hará bien a nadie tratarlo con simpleza, sin un plan claro y sin voluntad política.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Santiago Pedraglio es Sociólogo

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