Giulio Valz-Gen

La presidenta anda cada vez más alejada y desconectada de la realidad o, al menos, eso es lo que se desprende de la interpretación de sus decisiones y declaraciones públicas. Esa desconexión es una de las principales causas de su histórico 6% de aprobación (El Comercio-Datum).

Solo retrocederé algunos meses, al mensaje presidencial del 28 de julio. Allí la excompañera de plancha de decidió dar un discurso de más de cinco horas. Cualquiera que se presenta ante audiencias sabe que la atención del público dura poco y menos si es un recuento aburrido. Uno puede equivocarse y decir “quizás debimos resumir mejor”, pero no. Semanas después del mensaje, la mandataria dijo que su exposición pudo durar más de 24 horas, porque era “poco” para todo lo que habían hecho. No solo hay distancia de la realidad, también soberbia (y cachita).

Ese hecho es solo un piqueo para lo que venimos viendo en las últimas semanas. Desde la actitud altanera (y también soberbia) del presidente del Consejo de Ministros Gustavo Adrianzén en una entrevista en Latina hasta la indolencia frente a la situación de las regiones con los incendios forestales. Desde implicar que los exmiembros del directorio de Petro-Perú no tenían amor por el Perú (por expresar una salida realista a la crisis) hasta dar un mensaje a la nación por el rechazo a una solicitud de autorización de viaje a la conferencia de las Naciones Unidas.

No es un secreto que el poder emborracha. La frase de Isaac Humala para referirse a su nuera Nadine Heredia en el 2012 (“está borrachita de poder”) aplica absolutamente para la presidenta. Su problema es que, salvo el respaldo de sus aliados en el , no tiene capital político alguno. Si casi todo el Perú te rechaza, no tienes margen para salir a cantar el “gatito ron ron” ni decir que la historia del ‘cofre’ y su salida al sur de Lima a lugares en donde en algún momento, presuntamente, se encontraba el prófugo Vladimir Cerrón son “historias de Chucky con su novia”.

La presidenta y su equipo viven una realidad paralela. Más allá de la presencia de mano humana en los incendios, el sábado la también exmilitante de Perú Libre sostuvo que quienes han ejecutado dichas acciones lo hacen “para generar desgobierno” (¿?). Al final de su presentación en una reunión sobre el tema también dijo: “Seguiremos atendiendo las emergencias, claro que sí, pero seguiremos gobernando hasta el 2026″.

Esa frase es muy reveladora de lo que piensa la mandataria y sus prioridades. La presidenta parece tener un menjunje mental de lo que le está pasando y que llegar al 2026 es lo que más le importa. Chances tiene, pero recordemos que, si es vacada cuando las elecciones ya estén convocadas en abril del 2025, no hay adelanto de elecciones y el Congreso gobernará hasta los comicios. Nadie quiere asociarse a alguien que no tiene los pies sobre la tierra y que solo irradia rechazo (por no hablar de sus problemas con la ley).




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Giulio Valz-Gen Es socio de la consultora 50 + Uno