Giulio Valz-Gen

La aprobación de la presidenta se mantiene en 6% (El Comercio-Datum). No ha cambiado desde la medición anterior (5%), pues el incremento se ubica dentro del margen de error. Casi nadie en el país la quiere y es difícil que eso cambie, pues no hay nada nuevo en el repertorio del Ejecutivo. Al menos, nada que empate con aspiraciones mínimas de la ciudadanía.

Durante las últimas semanas, el ha buscado sacarle provecho a la visita a China, promover la creación de un ministerio de infraestructura y, recientemente, en posicionarse firmemente en contra de la dictadura venezolana. En el caso de las narrativas económicas, el mensaje es más para el establishment que para la ciudadanía en general.

No me parece mal que el Gobierno tenga algunas iniciativas y que muestre al menos la intención de querer sacar adelante proyectos que pueden generar valor económico. No hay forma de reducir la pobreza sin crecimiento. Y no hay crecimiento sin inversión. Y, para que esto ocurra, requerimos al menos dar algunas señales, por más débil, mediocre e incompetente que sea el gobierno. Y por más contrarreforma, proimpunidad e ilegalidad que sea el .

Y he aquí una paradoja, en particular para el sector privado: ¿cómo hacemos para dar esas señales a los inversionistas si nuestras autoridades son como las acabo de describir? ¿Hay la opción de no hacer nada y solo esperar que venga un nuevo gobierno y Congreso, ojalá mejores y más decentes de lo que tenemos hoy?

Pienso aquí, por ejemplo, en el foro del APEC que se realizará en nuestro país en noviembre, y en el InPerú que tendremos en unas semanas en Nueva York. En ambas citas, el sector privado tiene un rol activo y promotor que, pese a nuestra evidente crisis institucional, no puede abandonar. Tenemos que seguir remando en aguas tormentosas. La opción de no hacer nada no existe.

Evidentemente no podemos engañar a los inversionistas diciéndoles que traigan sus recursos al paraíso. Lo que podemos destacar es que, pese a nuestra crisis política e institucional, hemos logrado mantenernos en un régimen democrático y que apuntamos a tener unas elecciones limpias en el 2026. Además, aún se hacen negocios limpios en el Perú y es posible obtener rentabilidad para inversiones.

No todos vendrán. Seguramente lo harán los más familiarizados con niveles medios y altos de riesgo político que no es algo exclusivo de nuestro país. Evidentemente, la idea es atraer la mayor cantidad de inversión, pero, seamos realistas, por ahora toca por lo menos ponernos en el mapa y apuntar a aquellos que navegan mejor en las aguas tormentosas.

El Gobierno y el Congreso deben esforzarse por dar señales de institucionalidad. Sé que suena bobo, pero esperemos que siquiera la magnitud de un evento como el APEC les haga ver la relevancia de eso. Hay cientos de tareas pendientes para construir institucionalidad y la promoción de las inversiones es una de las más relevantes, pues trae antídotos contra la pobreza.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Giulio Valz-Gen Es socio de la consultora 50 + Uno

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