El brillo despedido por los Rolex y las joyas presidenciales sigue obnubilando a la opinión pública. Dina Boluarte y su “wayki” Wilfredo Oscorima se han empeñado en que esos destellos no se apaguen debido a la “narrativa” del préstamo y demás. La jefa del Estado enfrentará una prolongada etapa ante el Ministerio Público para justificar joyas y dinero, hasta ahora sin una explicación solvente.
Sin embargo, y en paralelo, la vida y la realidad transcurren sin que el país pueda, al menos, identificar quién o quiénes están a cargo de las cosas que afectan a 33 millones de personas. Claramente, la presidenta no es una de ellas por lo dicho anteriormente.
¿Alguien, por ejemplo, le ha preguntado al ministro de Salud, César Vásquez, sobre los 128.946 casos de dengue reportados al 8 de abril con más de 115 muertes confirmadas, que con seguridad son bastante más? ¿Alguien, por casualidad, conoce el plan para enfrentar con algo de efectividad esta epidemia?
¿A alguien le preocupa qué va a pasar con la aprobación de un nuevo retiro de las AFP por el Congreso que supondría la evaporación de más de S/30 mil millones del sistema previsional? ¿Alguien está pensando en el sostenimiento futuro de millones de adultos mayores? ¿Quién va a pagar esa cuenta? ¿El Estado? ¿O sea, nosotros?
¿Alguien, de verdad, puede creer que al Legislativo y al Ejecutivo les interesa la educación del país cuando permiten que 14.863 denominados profesores interinos, cesados en el 2014 por no rendir pruebas o no aprobarlas, sean reincorporados a la carrera pública magisterial con todo el costo fiscal que ello supone? ¿Alguien ha dimensionado el efecto que esta barbaridad tendrá sobre la pobre calidad formativa de nuestros niños?
¿Alguien se está tomando en serio el crecimiento sostenido del terrorismo afín a la minería ilegal, cuyo alcance ya supera el impacto que tiene el narcotráfico, sobre nuestra viabilidad futura como país?
Frente a algunas de estas preguntas, al igual que usted, estimado lector, tengo convicciones más que respuestas. En otras, mi ignorancia es supina.
Así que vale la pena preguntarse, ¿alguien gobierna en el Perú? ¿Estamos en capacidad de exigir respuestas que vayan más allá de la retórica para salir del paso? ¿A quién le pedimos rendir cuentas? ¿Dónde está el piloto? ¿O esta nave se encuentra definitivamente al garete?