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Gaza depende de Trump
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En un año, los aplausos se convirtieron en abucheos. Mientras que, en el 2024, el discurso de fue escuchado atentamente y aplaudido por los líderes mundiales cuando hablaba de la masacre del 7 de octubre del 2023 perpetrada por Hamas, esta vez decenas de representantes empezaron a abandonar la sala de la Asamblea General de la ONU mientras se anunciaba la presencia del primer ministro israelí. ¿Qué pasó en 12 meses para que pase a ser casi un paria internacional? Una palabra: genocidio. Uno que él no reconoce, por supuesto. Tampoco reconoce la hambruna en la franja de Gaza, ya aceptada oficialmente por la misma ONU, y que su gobierno ha provocado al bloquear durante meses la entrada de ayuda humanitaria.

Al primer ministro no le importan los silbidos ni las protestas, ni tener que hablar ante un auditorio semivacío. Mientras tenga el apoyo de Estados Unidos, su principal y poderoso aliado, lo demás pasa a ser marginal.

Como el reconocimiento de varios países del Estado palestino, que incluye a Francia, Reino Unido, Canadá y Australia, a los que llamó “débiles y necesitados” e influenciados por “islamistas radicales y turbas antisemitas”.

Pese a este reconocimiento de potencias occidentales, Netanyahu sabe que la creación de un Estado palestino está cada vez más lejana gracias a la proliferación de asentamientos judíos en Cisjordania, que prácticamente están dividiendo el territorio y que su gobierno sigue alentando debido a su alianza con sectores extremistas del nacionalismo israelí.

Pero las cosas no aparentan ser tan fáciles. Aunque el presidente sigue siendo el padrino incondicional de Netanyahu, el estadounidense también tiene otros intereses, y no solo conseguir el Premio Nobel de la Paz que tanto reclama, como los millonarios negocios de su familia en el golfo Pérsico. El reciente ataque israelí en Qatar, uno de los aliados más cercanos de Washington en el Medio Oriente, ha fruncido el ceño de las petromonarquías, que ya no han dudado en alzar la voz contra el Gobierno de Israel y manifestar su molestia a Trump. De hecho, el mandatario estadounidense dijo esta semana que no permitirá que Israel se anexe Cisjordania, al mismo tiempo que se reunió con los líderes de los países árabes para mostrarles una nueva hoja de ruta que ponga fin a la guerra. Se trata de un plan de 21 puntos que busca un alto el fuego permanente, la liberación de los rehenes israelíes en manos de Hamas, y la creación de un gobierno temporal en Gaza.

Netanyahu ha dicho que la guerra solo se terminará cuando “terminen el trabajo”. Pero el trabajo se puede terminar cuando Trump diga que ya ha sido suficiente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gisella López Lenci es Periodista

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