"Ahora que el presidente nos informa que hemos llegado al pico del contagio (¿y el fin de la cuarentena?), tiene más importancia la focalización georreferenciada y, en ello, los números agregados ya no sirven tanto, sino la correlación entre ubicación, cantidad de casos activos, así como cantidad y densidad de la población". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Ahora que el presidente nos informa que hemos llegado al pico del contagio (¿y el fin de la cuarentena?), tiene más importancia la focalización georreferenciada y, en ello, los números agregados ya no sirven tanto, sino la correlación entre ubicación, cantidad de casos activos, así como cantidad y densidad de la población". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Carlos Basombrío Iglesias

Como persona interesada en los temas de seguridad ciudadana y el delito, desde hace varias décadas he estado atento a la metodología de manejo de epidemias. No por nada fueron médicos epidemiólogos los que introdujeron, con bastante éxito en la lucha contra el delito en ciudades de Colombia y luego Brasil, las estrategias de focalización en lugares críticos. En su momento, dejamos listas las herramientas para aplicarlas también acá.

Ahora que el presidente nos informa que hemos llegado al pico del (¿y el fin de la cuarentena?), tiene más importancia la focalización georreferenciada y, en ello, los números agregados ya no sirven tanto, sino la correlación entre ubicación, cantidad de casos activos, así como cantidad y densidad de la población.

Hay en todas partes del mundo grandes diferencias entre lo general y lo local. Y, sabemos, el Perú es mucho más diverso en todo que la mayoría.

Ni siquiera Lima ofrece un panorama homogéneo y tenemos que tener cuidado con los números absolutos. Al 12 de mayo, según información que me alcanza gentilmente Essalud, San Juan de Lurigancho, con 1.665 contagios, era el distrito con mayor cantidad de casos. Pero tiene una población aproximada de 1’200.000 habitantes y una densidad poblacional de 8.674. En cambio, La Victoria, que con 845 contagiados está en el octavo lugar, es el primero en el Índice de Capacidad de Infección. Eso, porque tiene un sexto de los habitantes y más del doble de densidad poblacional. Por lo mismo, Breña, puesto 22 con 329 casos, y Chorrillos, puesto 23 con 277 casos, pasan a ser el segundo y el tercero en el referido índice.

Y ni siquiera son los distritos que hay que focalizar, sino zonas dentro de ellos. De allí, La importancia de lo que está haciendo Essalud en la identificación de focos de calor (‘hot spots’), para ubicar a los portadores del virus.

Las diferencias entre regiones son incluso mayores.

Loreto es el infierno. Todos hemos visto escenas del drama por la TV. Se registran 95 muertos, lo que ya es altísimo para una región con pocos habitantes, pero según el portal Ojo Público el Hospital Regional contabiliza 801. La magnitud de la tragedia se corrobora cuando en el emblemático Mercado de Belén casi el 100% de los comerciantes ha dado positivo. Óscar Ugarte, que ha ido a dirigir la lucha en terreno, señala que el 40% de los ya escasos médicos que había están fuera de combate; y que, en las provincias alejadas, “se está perdiendo la guerra contra el virus”. Su vecino Ucayali le sigue los pasos aceleradamente: ha sincerado sus cifras a 494 fallecidos, seis veces más que las del Minsa y dada su menor población, peores que las de Loreto.

Lambayeque no está mucho mejor en ningún aspecto. Se registran 455 fallecidos; son ya más de la mitad que los de Lima, que tiene una población nueve veces mayor. En Piura y Tumbes, la situación no es muy diferente.

Totalmente en el otro extremo, Puno, con más de un millón de habitantes, tiene 187 casos y solo un fallecido. Esto se replica en las demás regiones donde la mayor parte de la población vive en altura. Cajamarca con 411 casos tiene tres fallecidos. Cusco tiene 557 casos y tres fallecidos. Apurímac 100 y ningún fallecido. Sumemos a Junín (1.013 y 14), Pasco (185 y cuatro) y Huancavelica (225 y uno). Entre todas nos dan un total de 2.678 contagiados y 26 muertes para una población aproximada de 6’600.000. Para relevar el abismo que nos separa, recordemos que, en Lima, en un solo día, hay más de 3.000 casos nuevos y al menos el doble de muertos.

¿Es vivir en los Andes lo que lo explica? Consulté con la más importante investigadora en medicina de altura. Ella sostiene que no hay certezas absolutas y que podrían estar en etapas más iniciales de la epidemia. Pero, a la vez, señala que hay factores ambientales que ayudan a una menor propagación del virus. Entre ellas, mayor radiación ultravioleta, baja presión atmosférica y frío seco. Da cuenta, además, de media docena de características fisiológicas que los favorecen (y un par, lo contrario); destaca, como lo más positivo, que en la altura se da una disminución de la expresión de ECA, a saber, el receptor de la enzima por donde entra el virus. En resumen, no está del todo comprobado, pero podría ser que la altura sea un detente importante.

En el Perú no hay un solo problema y una sola solución, sino problemas y oportunidades muy diferentes. Y se requerirán inteligencia y creatividad para afrontarlos.

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