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Everybody wants to rule Peru
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Es oficial: En el Perú hemos llegado al récord insólito de 37 personas queriendo ser presidentes. Si la banda inglesa Tears for Fears nos hubiera tenido mejor mapeados, ya habría reactualizado su clásico hit ochentero, dedicando una nueva versión de “Everybody Wants to Rule the World” al Perú. Aquí, donde todos sienten que pueden gobernar esta maravillosa “Caja de Pandora” en la que vivimos.
¿Por qué hemos llegado a este punto? 37 aspirantes declarados y una única evidencia transversal: la pulsión de poder a tope. La misma pulsión que en los 80 inspiró una canción que luego acompañó la saga de la película “Los Juegos del Hambre”: “Todos quieren gobernar el mundo”. Pero no se trata solo de ego, sino de atomización pura. Un ecosistema partidario fragmentado en clivajes diminutos que dan espacio a cualquier agenda, por más extravagante que sea.
Antes, los partidos servían para filtrar, agregar, moderar. Hoy, su papel de intermediación quedó diluido en el gran coliseo de las redes sociales, donde todo vale: un live, un TikTok, una frase ingeniosa –o torpe– y listo: presidenciable certificado por la audiencia.No es que los partidos hayan desaparecido: es que perdieron ese monopolio de la representación que alguna vez tuvieron. Ahora cualquiera puede saltar al ruedo, y lo hace. Como bien lo resumía el expresidente Francisco Sagasti, aquí todo el mundo quiere ser presidente, pero casi nadie tiene idea de lo que supone ejercer el poder con responsabilidad. Y, sobre todo, sin enamorarse de su propia épica.
Porque gobernar –como enseñaba la canción ochentera– es un punto de no retorno. Entra un ciudadano común y sale un líder –en el mejor de los casos–, o un tirano –en el peor–, o alguien que olvidó por completo aquello que lo llevó ahí. La melodía lo decía con precisión poética: uno puede perder su esencia en el camino, ceder ante la tentación de la grandilocuencia, perder de vista que nada es eterno y que el poder, cuando se ejerce mal, corrompe hasta el tuétano.
Y, sin embargo, aquí estamos: más de 30 partidos, pocas alianzas y muchas ambiciones. Resultado: una cédula del tamaño de una caja de pizza familiar y una ciudadanía que, según Ipsos, en un 40% preferiría viciar su voto antes que escoger entre tanta oferta. No los culpemos: decidir entre 37 versiones de “yo puedo salvar al Perú” requiere temple, y probablemente una lupa.
Aunque siendo absolutamente realistas, no hay tanta creatividad para acuñar distintas visiones de país. Lo que hay son enormes y variados egos desorbitados.¿Cambiará esta situación? Difícil saberlo. Lo que sí sabemos es que estamos a menos de un mes de la inauguración de la gran tómbola de propuestas digitales, donde cada candidato intentará gobernar al menos su propio reinito: el de sus seguidores, sus hashtags y sus métricas de alcance.
Y ahí está el punto: cuando todos creen que tienen méritos para gobernar un país, el país termina gobernado por el desgobierno de las soledades o las agendas sottovoce. Una verdad dura que Tears for Fears anticipó hace casi cuarenta años: la lucha eterna entre libertad, placer y poder sigue siendo el motor de nuestras decisiones públicas. Ojalá, esta vez, elijamos bien quién quiere gobernar el mundo… o al menos esta increíble “Caja de Pandora” con buen sabor, donde vivimos.

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