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Como podía preverse, el reciente del 28 de julio no trajo sorpresas. Se mantuvo, eso sí, aunque con deslucidos matices, la vocación por el paporreteo y el afán burocrático, como si se buscara confundir al público.

En tanto, el Parlamento acompañó este desperdicio de tiempo y recursos con algo de entusiasmo y complicidad. Evidentemente, más le preocupan los propios pasivos que carga. No es para menos si se considera que la agrupación que hoy lidera la Mesa Directiva empieza a ser conocida por otro nombre: Somos Peor.

Y es que, en el empecinamiento por la vacuidad retórica al que la presidencia nos empuja por tercer año consecutivo, se pierde la oportunidad, incluso, de resaltar ciertos aspectos positivos, como el avance de algunos proyectos de inversión que deberían ver la luz en los próximos meses.

Ya hace un año, en esta misma columna, sostuve que el gobierno de había convertido los en hechos anecdóticos, irrelevantes. “El largo camino hasta abril del 2026 se ha iniciado en julio del 2024. Es un estreno prematuro que tiene varias consecuencias. La principal: convertir a la presidencia en un actor decreciente, irrelevante, casi protocolar. (…) Algo de ello anticipaba ‘The Economist’ cuando señaló que la principal razón de la sobrevivencia de Boluarte en el poder es que ‘ella no está gobernando el país’” (El Comercio, 25/7/2024).

Precisamente, una de las grandes ausencias de la sosa alocución presidencial ha sido la situación en la que se desarrollará el inminente proceso electoral (convocado por la propia Boluarte en abril pasado), sobre todo, en materia de seguridad. No debe olvidarse situaciones cercanas, en términos geográficos y temporales, como las de Ecuador (2023) y Colombia (2025), donde candidatos presidenciales sufrieron ataques armados, en el caso ecuatoriano con resultados fatales.

Al parecer, a Boluarte no le incomodaría hacer de una prematura ‘lame duck’, ya que abandona a su suerte los problemas acumulados en los últimos años. Ejemplo de ello es la situación de Petro-Perú, presentada en su mensaje como positiva, cuando es evidente que la gestión de la mayor empresa estatal constituye una oportunidad perdida.

Una imagen que resume esta disociación con el cargo, mas no con la función, es el entusiasta baile de la presidenta en la parada militar del martes 29, cuando el carnaval de Moyobamba desfiló frente al estrado. Así, el ‘animus iocandi’ de la presidenta contrasta con la impaciencia y el pesimismo con el que el país asistirá a las urnas, un baile por la gobernabilidad que resulta chocante frente al desgano y la apatía graficados en el alto voto por nadie que arrojan todos los sondeos hasta el momento.

Pero la presidenta persiste en su mirada personal del momento. Sin duda, ella baila sola.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público

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