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¿Qué está ocurriendo con las elecciones en Chile?
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"El ejemplo chileno es el reflejo de las expectativas de los ciudadanos de América Latina en este momento de tensión social a escala regional".
Los vientos de la política le vuelven a ser favorables a la ultraderecha chilena, que ha encontrado en José Antonio Kast a una figura representativa que está en el umbral de devolverlos al poder. La derecha llegó a las elecciones del domingo pasado con tres propuestas diferentes, que apenas minutos después de conocerse que Kast pasaba a segunda vuelta, se convirtieron en un solo discurso unificado que, salvo una catástrofe, les aseguraría el triunfo en la segunda vuelta.
La comunista Jeannette Jara ganó la primera vuelta con 26,8% de los votos, aunque en sus cálculos partidarios esperaba un respaldo no menor del 30%. Eso significa que la izquierda chilena enfrenta el peor resultado electoral obtenido desde el regreso a la democracia en 1990.
La candidata Jara llegó a las elecciones como la imagen de continuidad del gobierno de Boric –del que fue ministra–, con una gestión desgastada porque, a decir del electorado chileno, no pudo contrarrestar ni mejorar los problemas económicos, sociales y, sobre todo, de seguridad que afectan a la sociedad de ese país.
El ejemplo chileno es el reflejo de las expectativas de los ciudadanos de América Latina en este momento de tensión social a escala regional. La población va a las urnas con rabia ante una profunda desilusión que se refleja en los estallidos sociales que ponen de relieve propuestas radicales, que capitalizan el descontento social y apelan a discursos populistas con los que son elegidos.
La radicalización electoral se debe a que los latinoamericanos no sienten que sus políticos gobiernen para su pueblo, sino para los poderosos, además de percibir a una mayoría de políticos como corruptos, según las tendencias del Latinobarómetro.
La derecha va ocupando espacios en América Latina en las últimas elecciones. Aparte del ascenso de Javier Milei en Argentina, en Bolivia asumió el mandato Rodrigo Paz, un derechista moderado, tras más de 20 años de gestión del MAS. Habrá que estar a la expectativa de los procesos electorales del 2026 para ver si continúan las tendencias hacia la derecha. En abril tendremos elecciones en el Perú, en mayo en Colombia y en octubre en Brasil.
"Gane quien gane, deberá recordar que su victoria se explica solo porque muchas personas lo votaron por ser el mal menor".
En la primera vuelta de la elección presidencial de Chile, el domingo 16 de noviembre, los chilenos prefirieron a dos de los candidatos más extremistas: la militante del Partido Comunista Jeannette Jara y el líder del Partido Republicano, el derechista José Antonio Kast.
Pero los chilenos escogieron un Congreso en que los votos decisivos estarán en manos de centristas y moderados. Es más, las encuestas muestran que los chilenos quieren que el gobierno actúe de forma pragmática y que la clase política forje grandes acuerdos.
La aparente contradicción entre la preferencia popular por la moderación y la victoria de Jara y Kast en primera vuelta tiene una explicación simple. Jara (26,9%) y Kast (23,9%) sumaron poco más de la mitad de los votos. Igual que en el 2021, la suma de los votantes que optaron por candidatos más moderados fue superior a la votación que recibieron los candidatos que pasaron a segunda vuelta. El problema de los chilenos moderados, que son el bloque electoral más importante, es que dispersaron su voto entre varios candidatos.
Pero igual como ocurrió en el 2021, cuando el izquierdista Gabriel Boric se impuso ante el mismo Kast al presentarse como un candidato más moderado, en la segunda vuelta del 14 de diciembre, el próximo presidente será el candidato que se presente como más moderado y razonable. Kast lleva la ventaja, pero Jara hará esfuerzos por presentarse como la más razonable y por dibujar a Kast como un derechista extremo.
Gane quien gane, deberá recordar que su victoria se explica solo porque muchas personas lo votaron por ser el mal menor. Si se carga demasiado a su extremo, el próximo mandatario perderá apoyo popular y no logrará avanzar su agenda de reformas. El próximo presidente deberá evitar repetir la frustrada experiencia del presidente Boric, que impulsó una agenda demasiado radical de izquierda que la gente rápidamente rechazó. Si,en cambio,el próximo presidente adopta posiciones más moderadas y pragmáticas, su gobierno será más exitoso y gozará de aprobación popular.

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