Javier Díaz-Albertini

La noticia de que seríamos exportadores de burros a causó una reacción inmediata de incredulidad y burla. Al informar sobre los éxitos de las negociaciones, la ministra de Comercio Exterior y Turismo anunció que ya se había acordado un protocolo fitosanitario que abría las puertas al comercio de carne equina con el gigante asiático.

Sin duda, el acuerdo podría alentar a invertir en la crianza y la venta de la carne de piajenos. Aunque lo dudo. Según la OCDE, el comercio internacional de carne equina solo representa el 0,0016% del total del comercio global, con un valor de US$373 millones al año. No son cifras que auguren grandes inversiones en emprendimientos exportadores. Además, países vecinos como Argentina y Uruguay nos aventajan tremendamente.

¿Por qué se le ocurre a un gobierno con solo 5% de aprobación anunciar con bombos y platillos un aspecto de nuestra economía que es insignificante? Como alguien dijo en broma, ¿será que están haciendo referencia a la emigración de nuestra clase política, especialmente de algunos congresistas y ministros?

Hoy el gran reto peruano es crear condiciones de inversión que generen situaciones económicas y educativas propicias para retener nuestro joven capital humano. En los últimos días, por ejemplo, entrevistas y artículos publicados en este Diario han subrayado este hecho. Por un lado, Rafael Osterling, reconocido chef, al ser preguntado sobre por qué los cocineros optan por hacer una carrera afuera, respondió: “Porque siempre un emprendimiento implica un riesgo. Pero este se acrecienta cuando aparecen variables que no podemos controlar, como la inestabilidad política y económica”.

Por otro lado, Gonzalo Galdos, presidente de IPAE Acción Empresarial, hizo hincapié en la necesidad de que nuestros jóvenes permanezcan en el país y contribuyan a solucionar sus problemas. No obstante, en una encuesta reciente, el 42% de los jóvenes manifestó querer emigrar en los próximos tres años, siendo el motivo principal la falta de oportunidades económicas. Ya un 10% de nuestros compatriotas vive fuera y el deseo de emigrar va en aumento. La mayoría de los que migran son jóvenes con educación secundaria o superior, y provienen de todas las clases sociales. Ante la falta de posibilidades aquí, las buscan en el extranjero, reconociendo que es el único camino si quieren desarrollarse y apoyar a sus familias.

Cultivar el talento joven y mantenerlo en el país implica convertirnos en una sociedad nacional viable y seria para mejorar la educación y combatir la informalidad. No obstante, últimamente nuestra política está dirigida a crear nichos protegidos para bandas, traficantes y oportunistas, a debilitar la seguridad jurídica y a sobreexplotar a los jóvenes. Es un corto plazo de inseguridad y desaliento.

En ese sentido, en los últimos 20 años, los gobiernos han fallado en muchos aspectos, pero principalmente en impulsar y promover educación de calidad que permita que nuestros jóvenes puedan competir en economías basadas en el conocimiento, la investigación y la tecnología.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Javier Díaz-Albertini es Ph. D. en Sociología