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Anatomía de un cambio
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Como sabemos, la reciente renovación parcial del Gabinete del último fin de semana no ha pasado desapercibida. Sin embargo, a excepción del sonoro retorno de Juan José Santiváñez, el cambio parece un hecho menor, ya que la dinámica al interior del Consejo de Ministros seguramente se mantenga. Pero vale la pena considerarlo en detalle, pues quedan once meses por delante y, muy probablemente, no será la última vez que enfrentemos una circunstancia similar. Y más vale prevenir...
En primer término, los cambios (este, el de enero y el de abril) guardan un patrón: tienen un actor principal. Esta vez, ese rol lo cumplió Santiváñez, con su nombramiento como titular del Minjus; en los cambios previos, lo desempeñó José Salardi, con su ingreso y salida del MEF. Los demás relevos correspondieron a despachos de menor peso político, como el de Mujer (MIMP) y el de Desarrollo e Inclusión Social (Midis).
Por otro lado, un despacho que solía ubicarse entre los de bajo perfil –más técnico, menos político–, como el Minjus, ha sido, en tiempos recientes, el trampolín de varios PCM, es Eduardo Arana el caso más reciente. ¿Acaso debe considerarse el nombramiento como premonitorio?
En cualquier caso, el rol que podría jugar Santiváñez en el Minjus ha generado la impresión de que podría estar dándose una suerte de atrincheramiento en el entorno presidencial. El allanamiento a la casa de Nicanor Boluarte puede dar crédito a tal suposición. Falta ver cómo reaccionará el Ejecutivo, en conjunto, ante aquello que afecta a una persona sin cargo oficial, aunque con relevante peso político.
Al otro lado del mostrador, lo más probable es que el Congreso mire al techo y, aún más, que prefiera hacerlo, antes que invertir esfuerzos en contra de quien ya fue sancionado políticamente. En esa línea, las pocas voces que se han expresado en contra del retorno de Santiváñez al Gabinete, claramente, no alcanzan para hacer peligrar su permanencia –o la de Arana– en el cargo. Todo esto se explica debido al inminente inicio de las negociaciones del presupuesto para el 2026. Como vemos, las prioridades cambiarán.
Otra cosa que llama la atención de los cambios de este año es la oportunidad en que se dan. Esta vez fue una mañana de sábado; cuando se nombró a Salardi, fue una noche de viernes de verano. ¿Existe algún fetiche con las horas sorpresivas?
Como se mencionó, muy probablemente esta situación se repita en los once meses que le quedan a la presidenta Dina Boluarte en el cargo. Es un plazo que puede resultar una eternidad o un suspiro, según donde uno se ubique, pero que, inevitablemente, estará marcado por la campaña electoral. Parece que el pato, aunque rengo, todavía puede darle algunas sorpresas a la bandada.

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