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La batalla de las periodistas
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El año pasado, la periodista española Carolina Pecharromán escribió el artículo “Pioneras del periodismo: la voz pública y la voz publicada de las mujeres” en la revista “In_Mujeres”, un viaje fascinante por historias de periodistas como Matilde Cherner, quien a su muerte en 1880 había escrito artículos que consiguió contrabandear en revistas y periódicos sesudos y muy varoniles bajo el seudónimo de Rafael Luna. Pecharromán investigó a las periodistas españolas del siglo XIX y pudo vislumbrar cómo trabajaban desde casa para evitar visitar las redacciones de los periódicos que las publicaban.
Ya en el siglo XX, el artículo nos rememora a Carmen de Burgos y Consuelo Álvarez Pool, quienes consiguieron un lugar en las redacciones de “El Heraldo” y “El País”, donde publicaron sobre violencia de género, divorcios y sufragio femenino. La autora menciona a la escritora y periodista Emilia Pardo Bazán, quien usaba el término ‘mujericidio’ en sus artículos y crónicas allá en 1901. Una adelantada a sus tiempos que denunciaba los asesinatos de mujeres poniendo énfasis en la condición de género de las víctimas.
Casi un siglo ha pasado desde que la escritora peruana Nelly Fonseca publicara a sus 12 años su colección de poemas “Rosas matinales” bajo el seudónimo de Carlos Alberto Fonseca. Felizmente, ya las mujeres no se esconden tras un alias. Sin embargo, Naciones Unidas publicó un estudio en el 2023 que revelaba que el 71% de los ataques digitales a periodistas en el Perú eran contra las mujeres.
Periodistas y columnistas siguen siendo objeto de acoso, insultos y discriminación por ser mujeres. Y, si no, pregúntense si los adjetivos y calificativos que son vertidos sobre ellas tienen un ensañamiento especial y están dirigidos a su condición de mujer. ¿Acaso los comentarios contra Rosa María Palacios, Sol Carreño, Mónica Delta, Clara Elvira Ospina, Paola Ugaz o Manuela Camacho tienen el mismo enfoque que contra sus colegas varones?
Ya en el siglo XXI, las redes sociales se inundan de menciones sobre si la periodista está más flaca o si trabaja gracias a qué supuesto favor. ¿Tan difícil es calificar la calidad del trabajo sin referirse a la persona? En el caso de las mujeres parece que sí, que las periodistas nunca dejan de ser mujeres, por más incisivo y profesional que sea su trabajo. Siempre quedarán quienes aludan a sus cuerpos, amoríos o atuendos, o quienes sigan hostigando a periodistas para meterlas de nuevo en un armario o detrás de un seudónimo insospechable. Necesitamos otras Emilia Pardo Bazán que sigan incomodando al poder, al machismo y a los trols, y depende de cada uno no caer en insultos baratos y calificar su trabajo por su valor y rigor.

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