“Estamos confinados, no por una orden externa, sino por el miedo. Miedo al contagio, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Estamos confinados, no por una orden externa, sino por el miedo. Miedo al contagio, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Alonso Cueto

Desde hace unas semanas, hemos entrado a un período de soledad nunca antes vista. Las plazas públicas, los mercados, los centros comerciales, los estadios, los coliseos, los teatros, los cines, las salas de casas familiares, todos esos lugares donde la gente se reúne, donde vamos a compartir experiencias con conocidos y desconocidos, hoy son definidos más bien como “focos de contagio”. Están vacíos o reglamentados o cerrados, por buenas razones. El otro y “lo otro” son por definición agentes portadores y no personas. Cada época decide el valor de los espacios y de los tiempos. Hoy el único lugar seguro es la casa. La frase “Yo me quedo en casa” es un anuncio en las pantallas de la televisión. También el teléfono la repite cuando hacemos una llamada, como si quisiera disuadirnos de cualquier plan para salir con alguien.