La Colonia dejó bien poco en beneficio de la mujer en lo referente a la cultura intelectual. Lejos de eso, la mantuvo en el mayor atraso. Dejada, casi en su totalidad, a cargo de instituciones religiosas capaces de enseñar: algo de lectura, muy poco de escritura, conocimiento por recitación de la doctrina cristiana, el sacrificio de la misa, un poco de costura, en el sentido de coser, marcar, zurcir.
Con esos antecedentes hemos de admirarnos de que hayamos tenido ejemplares de mujeres poetisas, escritoras y hasta compositoras de pequeñas comedias, de cuentos y novelas, que podemos considerar como casos de producción espontánea. Nada influía de manera favorable para que esos casos se repitieran.
Proclamada la independencia se imponía dedicar fuertes sumas a incrementar la cultura femenina, por lo mismo que este era su principal anhelo y nada se había hecho a su favor. Era necesario dar el primer paso y este se dio en el Cusco, donde se fundó el Colegio de Educandas. Es el primero y el más antiguo de los que existen en el país. Fue creado mediante un decreto dictatorial el 8 de julio de 1825.
Puede considerarse como la segunda era del colegio, el impulso que supo imprimirle el presidente José Pardo, reorganizando la educación superior que hasta entonces se seguía con la mayor irregularidad, y fue entonces que el colegio se rigió estrictamente por el plan de estudios vigente.
Desde 1904 puede asegurarse que se inicia el adelanto cultural de la mujer, estableciéndose otros colegios e igualando el plan de estudios al que regía en los colegios de hombres.
En las capitales de departamento o provincias de cierta importancia, en las que aún no ha sido posible fundar colegios nacionales de mujeres, estas asisten a los colegios de hombres en los que se ha optado por la enseñanza mixta y en la que hay que contar sus ventajas y desventajas.
El primer colegio de donde fueron saliendo alumnas con su instrucción completa, muchas de las que ingresaron a la universidad, fue el Liceo Fanning. Este colegio fue fundado algunos años atrás por la señora Teresa González de Fanning.
Hoy no se establecen esas diferencias y tanto estudia el hombre como la mujer, y en la universidad misma no se establecen otras diferencias que las marcadas por el grado de adelanto, la seriedad para consagrarse a los estudios, ajenos a toda forma de frivolidad.
Es de desear que este amor al trabajo que hoy impera en la mujer de nuestros días alcance merecida recompensa y pueda convertirse en una fuente de recursos debido a su laboriosidad.
Si siempre pensamos que educar a la mujer es incrementar el valor de la familia y de la sociedad, fomentar su trabajo es convertirla en persona útil a la patria en todas sus formas de más elevada actividad.
–Glosado y editado–
Texto originalmente publicado el 4 de mayo de 1939.