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Los legionarios de Nico
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Un ministril no es lo mismo que un ministro, pero en este gobierno parecen no conocer la diferencia. O quizás lo que ocurra es que los miembros del actual Gabinete admiran tanto la estructura del Ejecutivo estadounidense, que aspiran a ser considerados “secretarios”. Lo cierto es que este miércoles, a raíz del allanamiento del Ministerio Público a la vivienda del hermano de la presidente Boluarte, Nicanor, el equipo de enfajinados que encabeza el señor Eduardo Arana emergió de una sesuda sesión de trabajo para dar a conocer un pronunciamiento al respecto que tenía visos de carta de sujeción. En una puesta en escena que se ha hecho habitual en las esferas oficiales, el premier compareció, efectivamente, ante las cámaras de televisión flanqueado por 15 otros ministros y delante de seis banderas peruanas para leer el documento en cuestión. En esta pequeña columna nos hemos preguntado con frecuencia cuál es el mensaje encriptado que ese tipo de gestos solemnes quiere transmitir y la única respuesta razonable que hemos encontrado es que los participantes silenciosos del acto nos están diciendo algo así como: “la perorata del fulano que está delante del micro será una colección de necedades, pero nosotros, patrióticamente, la respaldamos”. De hecho, la circunstancia de que la mayoría de esos convidados de piedra estuviera en este caso imitando el ademán de protección que suelen adoptar en el fútbol los integrantes de una ‘barrera’ ante un tiro libre sugiere que nuestra hipótesis es válida. Digamos que muchos de ellos sabían que, tras un despropósito semejante, serían vapuleados por la opinión pública y simplemente estaban poniendo zonas estratégicas de su humanidad a buen recaudo.

La proclama contenía desde luego falsedades varias – como, por ejemplo, la afirmación de que el allanamiento ejecutado por la Fiscalía era “agraviante del orden constitucional” -, pero, vamos, el principal de sus problemas era su sola existencia.
–Bedel retornado–
¿Qué demonios tiene que meterse el Consejo de Ministros de una república constitucional en los trances menudos que comprometen al hermano de quien la gobierna? La intervención en la casa de Nicanor Boluarte puede haber sido injusta o incluso un atropello – no lo sabemos, les toca a quienes sostienen esa teoría demostrarlo – , pero el parentesco del allanado con la presidente de turno no constituye un asunto de Estado. Las quejas respecto de las medidas que solicita el Ministerio Público y dicta el Poder Judicial a propósito de los ciudadanos comunes y corrientes tienen una vía oficial para ser presentadas. Y el hermanísimo de la mandataria es exactamente eso: un ciudadano común y corriente. Con derechos inalienables como cualquiera, por supuesto, pero que debe tramitar por los conductos regulares.
No es eso, sin embargo, lo que ha sucedido aquí. Como si fuesen los legionarios de alguna causa superior, Arana y sus alguaciles han salido a batirse por “Nico” en lo que, o bien ha sido una exigencia dictada por fuerzas superiores, o bien ha constituido un acto de sobonería y servilismo espontáneo. Sea una cosa o la otra, no obstante, es claro que estamos ante un comportamiento vergonzoso motivado por la devoción que le profesan a un fajín que darían la impresión de confundir con un jirón del manto sagrado. Tal es la convicción que tienen sobre la calidad de su trabajo para mantenerse en el puesto…
El Gabinete se ha mostrado en esta oportunidad como una suma de individuos que se entienden a sí mismos como bedeles al servicio de los requerimientos, digamos, menos ‘kosher’ de su jefecita y allegados. Y la verdad es que, visto desde esa perspectiva, el retorno de Santiváñez al club que ellos conforman luce muy consistente.

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