Si alguien respira tranquilo en estos días por no haber retornado a los encabezados de la prensa es el cónsul peruano en Argentina, Marco Núñez Melgar, que, aparentemente, a la hora de acudir al mercado informal de cambio de divisas en Buenos Aires, no deseó otra cosa que optimizar los recursos de la cancillería.
Al margen de cuál sea la suerte del proceso administrativo seguido al funcionario diplomático, lo cierto es que, a estas alturas del carrusel de escándalos que domina las noticias del día, su caso, como otros más de mayor peso, como el de Ecoteva, que compromete al ex presidente Alejandro Toledo, o el de los narcoindultos, que alcanza al ex presidente Alan García, ya no figura en la vitrina del interés público que la actualidad prioriza y ordena.
El carrusel de escándalos se ha vuelto de pronto más grande e intenso y lleva la abultada y ruidosa carga de casos como el de Orellana, de estafa a gran escala, con notarios, fiscales, jueces y registradores públicos implicados; y el de Martín Belaunde Lossio, buscado por su participación en ‘La Centralita’ de César Álvarez (presuntas acciones de espionaje a los adversarios del ex presidente regional de Áncash) y ahora último por su injerencia directa en el tráfico de influencias, con no pocas huellas de su aprovechado uso del poder político gubernamental y parlamentario.
Dos escándalos más, puestos en el mismo carrusel, a) el del Caso López Meneses (descomunal resguardo policial brindado al domicilio del operador de Vladimiro Montesinos) y b) el del fiscal de la Nación, Carlos Ramos Heredia, sometido al dilema cotidiano de tener que ser el titular de la investigación penal en el país y al mismo tiempo sujeto de indagaciones comprometedoras en el Congreso y en el Consejo Nacional de la Magistratura, marcan un capítulo ingrato para la institucionalidad del Estado, en tanto y en cuanto la debilitan y desprestigian.
Es realmente una vergüenza que los peruanos suframos el siniestro ocultamiento de la verdad respecto de quién ordenó el resguardo policial de tantos meses y durante las 24 horas del día en la casa de quien ahora se da el lujo de arrinconar al gobierno contra las cuerdas.
Y no menos vergüenza nos embarga saber que el magistrado Ramos Heredia no es capaz de dar un paso al costado por lo menos hasta concluidos los procesos abiertos en su contra en el Congreso y en el CNM.
La contaminada carga de estos carruseles va finalmente a parar, camino al 2016, a las aguas turbias de la política, donde la pesca a río revuelto se torna también, por momentos, en una pesca en pleno charco.
¿Puede ser capturado un Orellana acostumbrado a abrirse senderos expeditos en los ámbitos policial, fiscal y judicial? ¿Puede pasar lo mismo con un Belaunde Lossio, que se ha paseado como Pedro en su casa por Gana Perú, el Partido Nacionalista y otras esferas del poder, hasta muy cerca de la pareja presidencial?
La crisis de autoridad que vive el país alimenta la desconfianza pública en el combate del crimen y la corrupción y construye día a día la doble coraza de la que disfruta la impunidad.