Más de 75 ganadores del Premio Nobel de Medicina, Física, Química y Economía han firmado una carta a los senadores estadounidenses para oponerse al nombramiento de Robert Kennedy Jr. como secretario de Salud de Estados Unidos; en particular, por su “falta de experiencia” y su posición antivacunas. “Visto su historial, poner al señor Kennedy al frente del Departamento de Salud representaría un riesgo para la salud pública”, escribieron los firmantes. Entre ellos figura Drew Weissman, nobel de Medicina en el 2023 por su trabajo en el desarrollo de vacunas de ARN mensajero, decisivas en la lucha contra el COVID-19.
Kennedy es miembro de una de las dinastías políticas más icónicas de Estados Unidos, sobrino del asesinado presidente John Fitzgerald Kennedy e hijo del senador Robert Kennedy, que también fue asesinado. Hizo campaña durante un tiempo como candidato presidencial independiente antes de unirse a Donald Trump. El reelecto republicano le devolvió el favor otorgándole este nombramiento, que debe someterse a votación en el Senado, como lo exige la Constitución Estadounidense.
Desde su organización, Children’s Health Defense, Kennedy ha promovido repetidamente información errónea sobre la seguridad y eficacia de las vacunas. Entre sus afirmaciones más infundadas está la de insistir en la vinculación de las vacunas con el autismo, una teoría que ha sido desmentida por una abrumadora cantidad de estudios científicos revisados por pares. Este tipo de desinformación no solo socava la confianza ciudadana en las vacunas, un pilar fundamental de la salud pública moderna, sino que contribuye directamente a brotes de enfermedades prevenibles como el sarampión.
Vamos a los hechos. Como lo reporta “The New York Times”, antes de que en 1963 se autorizara la vacuna del sarampión en Estados Unidos, decenas de miles de pacientes eran hospitalizados cada año, y entre 400 y 500 de ellos morían. Hoy, esta narrativa pseudocientífica está llevando a que un número cada vez mayor de padres opte por no vacunar a sus hijos. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de dicho país, unos 280.000 alumnos de nido están ahora desprotegidos y el sarampión, que se eliminó de Estados Unidos en el 2000, ha resurgido desde entonces. En el 2023 hubo cuatro brotes y en el 2024 el número subió a 16.
Lo mismo ha sucedido con los casos de poliomielitis paralítica: de sumar más de 21.000 en 1952, estos pasaron a solo uno en 1993. Pero en el 2022, según el citado diario, los CDC confirmaron un nuevo caso en el condado de Rockland, Nueva York, de un niño no vacunado.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), organismo para el que Trump está postulando a Kennedy, está formado por 13 agencias federales con un total de 80.000 empleados. De él depende no solo la política sanitaria del país, sino también la regulación de medicinas y alimentos, así como los principales programas públicos de cobertura sanitaria: Medicare y Medicaid. Por eso, preocupa que se nomine a alguien que no es médico ni científico, sino abogado ambientalista, y que también ha pedido que se deje de añadir flúor al agua del caño, pese a ser considerado un gran éxito sanitario en la lucha contra las caries.
En un momento en el que los retos de salud global, como las pandemias, el cambio climático y las desigualdades en el acceso a la atención médica, requieren una colaboración basada en la ciencia, va ganando terreno la desinformación. Sin importar dónde vivamos, los ciudadanos necesitamos líderes que promuevan el pensamiento crítico y la transparencia, y que tomen decisiones informadas por el consenso científico. Esto cobra particular relevancia si estamos hablando de una de las potencias mundiales, cuyas decisiones pueden sin duda impactar en el resto del planeta.