Mario Saldaña

En el ránking de barbaridades que el Congreso ha cometido hasta ahora, hay una que está en el top 10: en la madrugada del 14 de diciembre, el Legislativo decidió crear 20 públicas (sí, está leyendo bien, 20) en 15 regiones del Perú.

Es la primera votación y requiere ratificación, un hecho que con seguridad ha de ocurrir, salvo algún arrebato de responsabilidad y empatía con los jóvenes del país, un milagro que habría que aplaudir como si se lograra la clasificación al siguiente Mundial de fútbol.

Por casualidad, a inicios de diciembre, mientras se debatía en el pleno la creación de otra universidad pública (en adición a las 20), fui testigo de cómo los voceros de diferentes bancadas mostraban casi unanimidad sobre la iniciativa. Ni una sola voz disonante. Las palabras ‘calidad educativa’, ‘capacidad docente’, ‘infraestructura ad hoc y suficiente’, ‘planes formativos complementarios a las necesidades productivas de las regiones’, etc., eran inexistentes. Mi conclusión fue que solo una pretendida rentabilidad política (votos futuros), basada en la demagogia más vil, podía explicar tanto consenso.

Y recordé también una antigua conversación con un amigo que por aquel entonces había sido designado gerente de Desarrollo y Nuevos Negocios en una de esas universidades que, a posteriori, no lograrían el licenciamiento de la . Él me explicaba: “El cartón universitario es parte de la cultura aspiracional de millones de peruanos y símbolo de superación personal, prestigio familiar, y ascenso social y económico”.

Gigantesco error, como país, no haber logrado desenraizar o reemplazar esta creencia, pensaba y pienso yo. Y acotaba mi amigo que, a diferencia de lo que se cree, los padres de familia que “invierten” en una baja pensión universitaria de una entidad con nulo o escaso prestigio y con profesores de dudosa calidad son plenamente conscientes de que las oportunidades laborales de sus hijos, en el mejor de los casos y con mucha suerte, será la de ocupar alguna posición media y de salario limitado en cualquier entidad pública o privada. Esta es una de las explicaciones del llamado ‘boom’ de las universidades privadas creadas en los últimos 25 años.

Volviendo al punto. De concretarse la decisión congresal, se afectaría directamente el presupuesto que reciben las actuales universidades públicas, ya de por sí reducido. Y, si alguien mantenía alguna duda sobre los motivos por los que una Sunedu autónoma, fuerte y “con dientes” era una amenaza para este y anteriores Congresos, he aquí una buena explicación.

Un autoengaño rentable política y económicamente.



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Mario Saldaña C. es Periodista

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