Editorial El Comercio

La trama política local y las necesidades urgentes del día –como la atención a la seguridad ciudadana– nos impiden en ocasiones prestar atención a las tendencias globales más profundas de las que el Perú es parte, y que inevitablemente marcarán el destino del país a largo plazo.

No hay mejor oportunidad para trabajar en este sesgo que noviembre próximo, cuando el país organice el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Más allá de la presencia de jefes de Estado y de Gobierno de países como China, Brasil, Singapur o Corea del Sur, el APEC CEO Summit congregará a algunos de los líderes empresariales más relevantes del mundo. Como destaca hoy el informe de Día 1, la participación de las cabezas de compañías que incluyen a AB Inbev, JP Morgan, Cosco Shipping y TikTok pone al Perú en el centro del circuito noticioso global por, al menos, una semana.

Ninguna precaución será excesiva. En la última semana, más de 100 representantes de las 21 economías que integran el bloque llegaron a Lima para revisar los preparativos. Irán viniendo muchos más. Un evento de esta magnitud suele ser atractivo para malos elementos que buscan llamar la atención frente a cámaras internacionales. El Gobierno debe estar alerta y proceder en línea con las mejores prácticas globales. La seguridad de los visitantes es la primera prioridad.

En un país que se ha llevado una buena cantidad de cobertura negativa en la prensa internacional en los últimos años, el foro debe servir para mostrar una nación estable, democrática, abierta al mundo, competitiva para diversos sectores y lista para recibir inversiones. Quienes toman las decisiones grandes están viniendo, y no es una oportunidad que se pueda desaprovechar. Si el Perú, además, quiere volver a tasas de crecimiento por encima del 4%, necesitará del impulso que solo la economía global puede aportar.

A la interna, el evento podría ser útil para crear conciencia y orgullo nacional. En la misma línea de los Juegos Panamericanos del 2019, un APEC exitoso ayudaría a retomar algún grado de optimismo sobre el derrotero peruano. De paso, a la administración de la presidenta Dina Boluarte no le caería mal el impulso –siquiera pequeño– que pueda aportar un foro que redunde en resultados concretos para el Perú. Esta, sin duda, es la vitrina más importante que tiene el país en los siguientes años, y se necesitará un gobierno a la altura de las circunstancias.

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