Editorial El Comercio

“De la degradación a la reconstrucción de nuestro futuro” fue el tema de que tomó lugar esta semana en Arequipa. El diagnóstico inicial implicado en el título de la conferencia puede parecer duro, pero no cae demasiado lejos de la realidad.

Hubo, por supuesto, motivos para el optimismo. La inauguración del la estabilidad macroeconómica, las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías, entre otras potenciales fortalezas, se mencionaron como puntos de apoyo para un crecimiento sostenido. CADE buscó además contribuir con propuestas concretas para la competitividad, inversión pública, cierre de brechas sociales y fortalecimiento de la democracia.

Pero fue también inevitable que, panel tras panel, se asiente entre los líderes empresariales cierto consenso de que el se encuentra en una situación institucional grave y en deterioro. La encuesta de compartida durante la conferencia deja claro el estado de ánimo. Dos de cada tres ejecutivos piensan que el país está en retroceso (el segundo peor registro de los últimos 20 años), el 96% desaprueba el trabajo del , el 92% el del y solo el 6% aprueba la gestión de la presidenta.

Más allá del diagnóstico –que, mal que bien, se conoce–, la sensación de urgencia quedó clara. Desde hace casi una década, el Perú ha ido por el rumbo equivocado, y prácticamente todas las estadísticas de competitividad, pobreza, institucionalidad, seguridad lo confirman. La única excepción es el campo macroeconómico, y aún ahí se está perdiendo puntaje respecto del déficit fiscal. Entre todas las preocupaciones, es el campo de la inseguridad y la expansión del crimen organizado lo que más apremio y resolución demanda. El Perú podría ser un país irreconocible en unos pocos años si el problema no se ataja de raíz.

De este Gobierno, lamentablemente, no se puede esperar mucho. Respecto del propio evento, la mandataria canceló su participación a último minuto. Lo mismo hizo el titular del , Es la primera vez en 10 años que el MEF no tiene presencia en CADE. Las ausencias de las altas autoridades, en sí mismas, no son causa de especial preocupación, pero sí es una lástima que luego de no se haya aprovechado la coyuntura que el evento generó para consolidar un mensaje claro de futuro.

Editorial de El Comercio

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