Editorial El Comercio

El 1 de julio, en este , comentamos los beneficios del viaje de la presidenta y un grupo de ministros a , el principal destino –por mucho– de nuestras exportaciones. Y decíamos que, finalizado el periplo, se le abría una posibilidad a la mandataria, tan reacia a aparecer frente a algún micrófono, “para compartir los logros y compromisos conseguidos con el resto de la ciudadanía”.

Pues bien, esto es lo que hizo la jefa del Estado el último lunes, cuando ofreció una conferencia de prensa flanqueada por cinco de los seis ministros que la acompañaron en su visita al gigante asiático. En la cita, Boluarte y los titulares de Relaciones Exteriores; ; ; y explicaron durante casi una hora las actividades y los encuentros que sostuvieron con funcionarios y empresarios chinos, y respondieron durante media hora algunas inquietudes de la prensa. Boluarte, por ejemplo, habló sobre su reunión con el presidente chino Xi Jinping y su encuentro con los representantes de la empresa a cargo de la; mientras que el ministro de Salud, contó las visitas que realizó a los dos hospitales más grandes del país, donde pudo ver cómo vienen aplicando la a sus procesos. Y así sucesivamente…

Se trata, sin duda, de una aparición saludable de la jefa del Estado, quien volvió a hablar con los medios después de 93 días (no lo hacía desde el 5 de abril, cuando los reporteros le preguntaron por su relación con el gobernador regional de , quien, según la , habría sido el comprador de los famosos relojes y otras joyas de lujo que la mandataria usó en varias oportunidades). Pero la actividad no estuvo exenta de cuestionamientos: el principal de ellos, que la presidenta evadió varias interrogantes y volvió a cargar contra la prensa por el simple hecho de formulárselas.

Consultada, por ejemplo, sobre por qué no había viajado a donde hace poco se han conocido escalofriantes denuncias de violaciones en albergues escolares contra niñas y adolescentes de la comunidad , ella optó por cederle el micrófono al , , que ni siquiera ocupaba la mesa de los conferencistas, sino que se encontraba entre los asistentes. Preguntada sobre si el observará dos polémicas leyes recientemente aprobadas en el –las relativas al y los delitos de lesa humanidad–, retrucó que no adelantaría opinión hasta que el Parlamento les remitiera las autógrafas. E inquirida sobre el tema de los Rolex, se refugió en que el caso se encontraba en el terreno de la fiscalía. Formas, en fin, de salir por la tangente.

“Estamos hablando de cosas tan importantes como traer tecnología de China al Perú y esas preguntas… A esas preguntas tendenciosas es a lo que me refiero, que no ayudan y no generan interés en la población”, afirmó casi al final del evento. La presidenta, sin embargo, vuelve a equivocarse. Son precisamente estas interrogantes las que deben ser aclaradas por el bien de su gobierno, y son justamente eventos como el celebrado el lunes el lugar indicado para hacerlas, pues se ha vuelto muy difícil poder verla frente a un micrófono.

No olvidemos, en fin, que la presidenta estuvo 93 días sin hablar con los medios, una marca peligrosamente cercana a la de su antecesor, que se pasó 100 días sin declarar a la prensa. Mal haría la señora Boluarte en seguir ese ejemplo.

El silencio de no fue gratuito: tenía muchísimo por ocultar, especialmente en lo que respecta a graves indicios de corrupción en su contra y el de su círculo más cercano. Si Boluarte quiere desmarcarse de él, como suele asegurar, necesita más presencia ante los periodistas. No basta con una conferencia semanal del Un jefe del Estado debe ser transparente, rendir cuentas a la ciudadanía y responder preguntas sobre temas claves para el país. Nunca se debe normalizar el silencio de las autoridades.

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