“Cuando ha estado en sus manos sancionar una situación en la que el Ejecutivo evidentemente estaba fuera de tino, han carecido de reflejos”. (Foto: Congreso).
“Cuando ha estado en sus manos sancionar una situación en la que el Ejecutivo evidentemente estaba fuera de tino, han carecido de reflejos”. (Foto: Congreso).
Editorial El Comercio

El debate y la votación frustrada de la moción de censura al ahora exministro de Transportes y Comunicaciones, , puso este lunes en evidencia que existe dentro de la oposición parlamentaria un sector que, cuando la situación exige decisiones terminantes, no está dispuesto a cumplir su rol. Se trata, por cierto, de una evidencia reiterada, pues ya desde las ocasiones en que el gobierno del presidente presentó al pleno del Congreso gabinetes integrados por personas que, por razones éticas o de incompetencia, eran inaceptables para quien estuviera comprometido con la fiscalización al Ejecutivo, entregaron su voto de respaldo en aras de una supuesta “gobernabilidad” que se sabía imposible. La circunstancia de que esos gabinetes terminaran cayendo en medio de los escándalos que todos conocemos son prueba de ello.

Lo sucedido el lunes, sin embargo, fue algo más que una lluvia sobre suelo mojado. La situación del removido titular del MTC era quizás –junto a la del todavía responsable de la cartera de Salud, – la que más clamorosamente expresaba la vocación del jefe del Estado por colocar al frente de ministerios medulares (y con mucho presupuesto) a individuos que a las claras tenían una agenda que iba a contramano de lo que la sensatez aconsejaba. Resultaría ocioso abundar aquí en los motivos por los que los personajes a los que aludimos eran bastante inadecuados para asumir las responsabilidades que se les confiaron: nombramientos temerarios, denuncias de sus subordinados y hojas de vida espeluznantes son algunos de ellos, pero no todos.

La censura al ministro Silva se caía de madura desde tiempo atrás y solo la sospechosa actitud contemplativa de muchas bancadas de oposición –incluidas aquellas que en otros contextos se pretenden radicales– le había salvado la vida hasta ahora. Pero la denuncia de su viceministra de Transportes, Fabiola Caballero, en el sentido de que el MTC se había convertido en “una agencia de empleos” y los testimonios de la señora sobre la pertenencia de Silva a una presunta “mafia” para orientar licitaciones en el sector cambiaron las cosas.

No obstante, aun así y antes de que se conociera la renuncia de Silva, bancadas como la de Acción Popular (AP), Somos Perú y Podemos Perú anunciaron que votarían en abstención la moción de censura que finalmente se animó a impulsar Fuerza Popular. Es probable que a la hora de emitir el voto en algunos de esos grupos parlamentarios se hubiesen producido ciertas excepciones, pero la determinación del conglomerado político en su conjunto es lo que importa. En este caso, Alianza para el Progreso (APP) iba a apoyar, aparentemente el esfuerzo por licenciar al ministro en cuestión, pero eso en realidad nunca lo sabremos… Algo parecido, por lo demás, es lo que se anticipa ante la eventualidad de una nueva iniciativa para vacar al presidente Castillo por incapacidad moral permanente: una definición que, a estas alturas, parece calzarle como anillo al dedo.

De cualquier forma, de bancadas como las de Podemos Perú o Somos Perú, nadie esperaría un comportamiento opositor sin dobleces. Con honrosas excepciones, ambas se han mostrado consistentes con el claroscuro asociado a sus orígenes políticos o a su pasado reciente. En los casos de AP y APP, en cambio, las expectativas eran un poco más altas. Pero cuando ha estado en sus manos sancionar una situación en la que el Ejecutivo evidentemente estaba fuera de tino, han carecido de reflejos y han dejado que fuese el propio Gobierno el que, con desdeñosa morosidad, diera fin al vergonzoso trance.

Tener una administración como la que encabeza el profesor Pedro Castillo es, sin lugar a dudas, una tragedia para el país; pero tener en el Congreso una oposición que en última instancia se conduce como aquello que en el lenguaje coloquial de nuestro país se define como ‘mantequilla’ no lo es menos. Si el Ejecutivo no ha estado –claramente– a la altura de las circunstancias, lo mismo se podría decir del Congreso y, en especial de su Mesa Directiva, encabezada por AP y APP, que quizá deberían considerar seriamente un refrescamiento a estas alturas.

Contenido sugerido

Contenido GEC