Editorial El Comercio

Velar por la salud fiscal del país es una de las mayores tareas que todo ministro de Economía y Finanzas tiene. Y, para ello, es aconsejable que se mantenga alejado de los avatares políticos del momento, pues son ellos los que suelen encontrarse detrás de todo atentado contra esa salud. ¿No son acaso razones políticas las que han llevado a este gobierno a echar una vez más el dinero de los contribuyentes ? ¿No tienen también ese origen los intereses que jalonean el recientemente aprobado por el ? Y la lista podría continuar.

Como es obvio, un titular del Economía y Finanzas comprometido con sus obligaciones tendría que ser el primero en salirles al encuentro a tales despropósitos... Y, sin embargo, no es eso lo que ocurre con el ministro . Por el contrario, él ha sido cómplice silencioso de esas y otras aventuras políticas de esta administración. Recordemos que nada dijo acerca del licenciamiento del anterior directorio de la petrolera estatal y que, en una entrevista concedida a “Semana económica” días atrás, acaba de responsabilizar, a propósito de la composición del nuevo, al Ministerio de Energía y Minas, que solo tiene el 40% de las acciones de la compañía. En esa misma entrevista, por lo demás, se mostró bastante resignado a aceptar los torpedos incluidos por el Legislativo en el presupuesto del próximo año. Torpedos que, según las proyecciones del Instituto Peruano de Economía (IPE), alimentarán el incumplimiento de ; es decir, durante cuatro años consecutivos.

No debe sorprender, pues, que Arista responda con crispación a la prensa cuando se lo interroga acerca de estos asuntos. Dos días atrás, que simplemente le preguntó por qué se le sigue dando dinero a Petro-Perú, que es una empresa quebrada. Y la sola mención del Consejo Fiscal, que constantemente hace sonar las alarmas por las dimensiones del déficit al que el MEF está consintiendo, lo ha movido a atacar a su presidente (el extitular de Economía Alonso Segura).

A esas destemplanzas, por último, hay que añadirles su insólito empeño por aportar argumentos a favor del tópico de la pena de muerte, por la presidenta como distractor frente a los problemas que la agobian. Un funcionario a cargo de una tarea tan delicada como la suya y al borde de un ataque de nervios constituye, a decir verdad, una mala noticia para todo el país.

Editorial de El Comercio

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