Editorial El Comercio

Cualquiera que haya tratado de movilizarse en el último mes en Lima se habrá encontrado con una verdadera odisea: calles enteras cerradas por remodelaciones, atascos que se extienden durante horas, obras paralizadas sin fecha concreta para su reanudación, etc. El tráfico capitalino suele ser un dolor de cabeza para millones de limeños que pierden valiosas horas al día en el interior de un vehículo. Un padecimiento que consume no solo tiempo, sino también dinero.

Según el último reporte de inflación del Banco Central de Reserva (BCR), en el 2023, cada limeño gastó, en promedio, S/3.800 adicionales debido al tráfico. Considerando a la población económicamente activa, el costo sumado de estas pérdidas es de aproximadamente S/20.000 millones; es decir, más del 2% del PBI de todo el país. Un verdadero impuesto que el ciudadano debe pagar por culpa de la incapacidad de las autoridades para crear un sistema de transporte ordenado, eficiente e integral o, dicho de otro modo, un peaje –el más caro, a decir verdad– que los limeños sufragamos. El cálculo incluye el costo del combustible adicional (estimado en 10,9 millones al día o 3.300 millones al año) y las pérdidas por el tiempo extra que se pierde en los atascos.

Para el ente emisor, los factores que explican el caos en las vías son múltiples: desde el crecimiento descontrolado del parque automotor –solo en el primer trimestre del 2024 se vendieron más de 24.600 vehículos en la capital, en cifras de la Asociación Automotriz del Perú–, una infraestructura vial incapaz de soportar la demanda y un sistema de transporte público desintegrado y a todas luces insuficiente. A lo que cabría sumar los problemas de gestión y los que se generan por la falta de coordinación de nuestras autoridades, con alcaldes que discrepan abierta y públicamente por una obra que atraviesa varios distritos. Todo ello ha llevado a que, como destaca el BCR, Lima se encuentre entre las metrópolis más congestionadas de la región. En hora pico, recorrer apenas 10 km en la capital peruana toma en promedio 43 minutos, un lapso de tiempo muy por encima del que toma recorrer los mismos kilómetros –y en similares condiciones– en ciudades como Bogotá, Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile, Río de Janeiro, entre otros.

Para las autoridades, sin embargo, el tránsito no suele ser una prioridad, quizás porque suelen minimizar su impacto en el ciudadano de a pie o quizás porque ellos no padecen sus efectos en carne propia. Bien visto, no obstante, construir y gestionar un sistema de transporte eficiente es también una política económica sensata. Y es, ante todo, una forma de otorgarle bienestar a ciudadanos que ven consumirse en el tráfico el tiempo que podrían dedicarles a sus familias.

Editorial de El Comercio

Contenido Sugerido

Contenido GEC