Editorial El Comercio

Mañana vence el plazo legal para que las personas que busquen postular a la presidencia y al Congreso en las próximas elecciones o (aunque aún quedará una cuota del 20% de las listas en la que cada organización podrá invitar a figuras independientes). La cercanía de la fecha ha provocado varios traspasos en nuestra clase política y, entre ellos, los de excolaboradores de , muchos de los cuales se replegaron después del final autoritario de su gobierno, pero que ahora a la escena política.

Uno de ellos es el exministro Alejandro Salas, que hace pocos días anunció que se había incorporado a Perú Primero, el proyecto político del expresidente que, como sabemos, está impedido de ejercer cargo público alguno como sanción por su vacunación irregular contra el . Salas, que será además portavoz personal del exmandatario en sus numerosos procesos legales, fue uno de los más vocingleros defensores de Pedro Castillo, una caricatura de ministro que degradó el puesto y normalizó la idea de que, para portar un fajín en el Perú, no es necesario saber algo del sector del que se está a cargo, sino demostrar una lealtad a prueba de balas. Ahora trata de vender la especie de que fue uno de los primeros ministros en renunciar el 7 de diciembre del 2022, cuando durante meses apañó varias de las conductas poco democráticas –por decir lo menos– y graves indicios de corrupción que se arremolinaban alrededor de su exjefe.

Otro de los más prolíficos voceros del golpista fue el exjefe del Gabinete Aníbal Torres, que se ha enrolado en el partido Adelante Pueblo Unido –aún en proceso de inscripción–, junto con la exministra de la Mujer Anahí Durand. Torres, por si se ha olvidado ya, fue uno de los que respaldó a Castillo incluso una vez que este decidió quebrar el orden constitucional hace casi 20 meses e hizo de su primer abogado tras su detención. Durante su paso por la Presidencia del Consejo de Ministros, además, se encargó de propalar un discurso de odio y división entre peruanos, llegando incluso a pronosticar que correrían si Castillo era depuesto del cargo y luego, cuando empezaron a morir personas en las protestas desatadas tras el golpe, se ufanó de su pronóstico.

Menos recordados, pero igual de infames, fueron el exministro del Interior Luis Barranzuela (famoso por pese a las restricciones por el COVID-19) y el exviceministro de Gobernanza Raúl Noblecilla ( del hoy inquilino del penal de Barbadillo) que han recalado en Podemos Perú, el partido de José Luna Gálvez. Este partido, además, reconoció ante este Diario que tuvo acercamientos con Yenifer Paredes, la cuñada de Castillo que se encuentra afrontando su propio proceso por corrupción, pero ella negó cualquier afiliación.

Mientras que otros como el exministro de Trabajo Íber Maraví (cuyo nombre aparece en más de de los 80 en los que se lo vincula con Sendero Luminoso), el exjefe del Gabinete Guido Bellido (autor de la tesis de que Pedro Castillo leyó el mensaje golpista ) y el todavía congresista Guillermo Bermejo (actualmente por presunta afiliación a Sendero Luminoso) buscan inscribir sus propios partidos políticos.

Que estas personas –y otras más– que cruzaron los límites de la decencia para sostener a Castillo antes, durante y después de su desastroso gobierno busquen reinventarse políticamente no es algo sorpresivo. En el Perú, después de todo, políticos que tuvieron un paso nefasto por el poder lograron recolocarse años más tarde, quizás confiando en la poca memoria de los electores. Sin embargo, el que haya ocurrido antes no debería resignarnos a aceptarlo de nuevo. Mal haríamos en permitir, como electores, el reciclaje de quienes acompañaron a un gobernante que trató de destruir la democracia para cubrirse las espaldas ante las investigaciones de corrupción que afrontaba.

Editorial de El Comercio