Editorial El Comercio

La presencia del coche presidencial, conocido coloquialmente como el “cofre”, en un peaje al sur de Lima el 24 de febrero de este año, ha desatado una conmoción política que la jefa del Estado ha tratado de aplacar con recursos absurdos. La creencia más difundida sobre las razones de la presencia del vehículo en el lugar está asociada a la sospecha de que la mandataria tendría un interés personal en evitar la captura del prófugo Vladimir Cerrón.

El 17 de enero pasado, como se sabe, hubo una operación policial con ese propósito en las inmediaciones de Asia, y la circunstancia de que finalmente el condenado secretario general de Perú Libre lograse evadir el cerco que se había dispuesto en torno a él dio pie a especulaciones sobre la ayuda que podría haberle prestado Palacio de Gobierno. Por un lado, se habló de un soplo que le habría advertido de la operación en marcha; por otro, del rol que podría haber jugado el “cofre” en la fuga.

El registro del coche presidencial en una zona cercana a Mykonos, el condominio en el que Cerrón supuestamente se encontraba oculto, se produjo, sin embargo, más de un mes después del frustrado intento de capturarlo, con lo que la gobernante, en principio, no debería tener motivos para resistirse a transparentar los usos del vehículo asignado a ella. Pero, extrañamente, no es eso lo que sucede. La presidenta Boluarte ha optado, más bien, por enredarse en desmentidos que no tienen otro argumento de validación que el hecho de ser afirmaciones suyas y en inútiles esfuerzos por ridiculizar a quienes le exigen conocer la verdad. El último de ellos, la forzada referencia al muñeco Chuky y su novia.

Para sumar elementos de sospecha, el ministro del Interior, Juan José Santiváñez, ha informado a la Comisión de Fiscalización del Congreso que el suboficial Félix Montalvo Guevara, quien conducía el automóvil presidencial en la ocasión que se investiga, no acudirá a la citación que se le ha cursado para este 2 de octubre. Según él, porque se encuentra “obligado a mantener la reserva de la información” sobre las actividades privadas de la mandataria.

La pregunta que esto suscita, desde luego, es a qué viene tanto secretismo. ¿Hay algo más en relación con el uso del “cofre” que se quiere ocultar a la opinión pública? La presidenta tiene la palabra, porque la falta de transparencia en la que se halla empeñada es inaceptable.

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