
El Comercio ha visitado el Pueblo del Silencio, que así podríamos llamar a Magdalena Vieja. Este pueblo, de importante historia, de tranquilo presente y de inescrutable futuro, está condenado a ser perpetuamente estacionario. Allí todo transcurre tan fácil y agradablemente que los vecinos no se preocupan de nada. Se les podría aplicar aquellos versos que dicen de las personas que llevan “aquella descansada vida de los que huyen del mundanal ruido”. Durante el día los vecinos toman el sol y en las noches contemplan la luna. H.L.M.