El mundo celebra el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Esta semana, Raúl Castro recordó que desde su “elección como presidente” (evento democrático que es bueno mencionar en los medios porque, inexplicablemente, a la gente se le olvida que ocurrió) estuvo dispuesto a dialogar con Estados Unidos. Recalcó, además, el valor de la independencia nacional cubana que –agregamos para los descreídos– es un término que evidentemente no se refiere solo a la independencia frente a los extranjeros, sino también a la de los propios cubanos.
Obama se encuentra también lleno de expectativas. En un comunicado difundido por la Casa Blanca y titulado, con esperanza, “Un nuevo rumbo para Cuba”, se nos relata el futuro para los cubanos, como una nueva embajada de Estados Unidos en La Habana y ayuda tecnológica para que tengan un mejor servicio de Internet (que seguro será aprovechado para difundir las prolíficas y plurales ideas que circulan en Cuba, hoy restringidas porque todavía no tienen 4G). Aunque ha sido invaluable el compromiso de la Casa Blanca de buscar reformas democráticas, ha faltado la promesa de que por fin se puedan conseguir en Cuba repuestos originales para los Chevrolet Bel Air de los cincuenta.
Los cubanos, por su parte, no podrían estar más contentos con la noticia, que les augura la gota de libertad que –no seamos tampoco mezquinos– les falta. No hay cubano que no celebre. Así reportó el portal oficial de comunicación de Cuba.