Si se mueve, se hunde, como en un pantano. Efectivamente, la élite política está empantanada y, además, embarrada. Así están tanto el Gobierno como la oposición, nacidos de la representación de una misma ánfora. El nivel de la descomposición de la política es de tal naturaleza que es iluso pensar que la salida de Pedro Castillo –incluso acompañada por la del Parlamento– solucionará una crisis que precede al actual presidente, a pesar de que con él ha adquirido niveles mayúsculos. Somos un país de oportunidades perdidas; pero, para algunos, pingües ganancias a río revuelto.
En ambos lados de la vereda vemos políticos advenedizos que saben que la oportunidad que les ofrece un sistema político con tantas grietas permite que para alcanzar la representación no se requiera haber hecho carrera política, sino una cierta influencia en cualquier campo de la vida, incluida la ilegal. Un país con tanta informalidad no podía tener una representación de signo contrario.
El Gobierno se queja de que los medios de comunicación lo acosan permanente y exclusivamente. En parte es cierto. Si ahora el lugar de reuniones clandestinas fue una vivienda en el pasaje Sarratea en Breña, antes lo era un club u hotel exclusivo o el instituto de una universidad privada. Sin embargo, nada de eso resta o minimiza lo que este gobierno muestra: incompetencia y corrupción. La respuesta no ha sido esclarecer los hechos, sino desatar una campaña contra toda la prensa, que, en lo que va del año, el presidente ha atacado hasta en 24 ocasiones. Lo cierto es que, gracias a la prensa, se conocen los escándalos que involucran al Ejecutivo, incluyendo al propio presidente de la República. ECData de El Comercio ha registrado 182 casos de escándalos.
Con mayor precisión, desde julio del 2021, Pedro Castillo ha designado 73 ministros, 54 de ellos fueron retirados como consecuencia de escándalos o pérdida de confianza, siendo los sectores más afectados: Interior (7), Agricultura (6), Defensa, Relaciones Exteriores y Transportes y Comunicaciones (5). No existe política pública que pueda sostenerse con esa alta rotación. La variable más importante de estos cambios, corresponde a malos nombramientos, no tanto a la oposición del Parlamento que, si bien presiona para la caída de varios ministros, lo cierto es que dejó a varios sin censurar o lo hizo tarde, como ocurrió con los casos de Hernán Condori en Salud o el hoy prófugo Juan Silva en Transportes y Comunicaciones.
Evidentemente, al lado de nombramientos de gente incompetente y, en algunos casos, presuntamente corrupta, los resultados fueron desastrosos, como el intento de licitar fertilizantes. Peor aún, la corrupción propina un serio costo al Estado. Según la Contraloría General de la República este ascendería a S/24.000 millones.
Esta situación insostenible ha traído como consecuencia seis investigaciones fiscales que involucran al presidente de la República: plagio de la tesis, el caso de Puente Tarata III, cuestionados asensos en las Fuerzas Armadas, cambios en el sector Interior, tráfico de influencias en Petro-Perú y la asignación de obras en el sector Vivienda. Según la fiscalía de la Nación, Pedro Castillo se encargaba de nombrar y encargar roles a una red tupida de personas que facilitarían las licitaciones públicas, a favor de allegados o financistas directos de la campaña electoral.
Pero no pasa nada, pues el desempeño de la oposición ha sido deplorable y su baja legitimidad resulta siendo funcional a Pedro Castillo. Por eso estamos empantanados.
Bonus. La buena noticia: Alianza Lima bicampeón. Arriba Alianza toda la vida.