El presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, es un hombre que no pierde las esperanzas. Luego de la última encuesta publicada por Datum, que refleja un catastrófico 3% de aprobación a la presidenta Dina Boluarte, tiene fe en que esas cifras se revertirán cuando se refleje el impacto de la realización de APEC en nuestra capital.
Un 3% podría ser 0 en términos técnicos, teniendo en cuenta el margen de error de 2,8%. Y, aunque es cierto que la encuesta se realizó antes de la llegada de los líderes de las diferentes economías del Asia-Pacífico y no se ha considerado el impacto de la inauguración del megapuerto de Chancay, también hay un pasivo que deberá medir el próximo estudio de opinión, relacionado con la percepción de mediocridad del Gobierno para gestionar la ciudad declarando teletrabajo y educación remota.
También es cierto que el Gobierno ha tenido una pausa y que la ‘oposición’ le ha dado tregua. De cómo la presidenta le saque réditos a este evento dependerá de ella, pero hay más dudas que certezas al respecto. Primero, porque su peor enemigo es ella misma y sus ministros. Sus lenguas son más rápidas que sus criterios, y todas las semanas cometen exabruptos que nos regalan titulares. Además, su capacidad de reacción ante los problemas cotidianos es nula y son estos problemas los que afligen, estresan y preocupan a los peruanos.
No cabe duda de que el APEC, los acuerdos de las economías y sus repercusiones son positivos para el país, con herramientas que permitirán generar desarrollo a largo plazo. Sin embargo, hay una masa de ciudadanos que necesita soluciones a corto plazo y para quienes la visita de Joe Biden y Xi Jinping termina siendo un asunto de “gringos y chinos” ajeno a las estrategias para sobrevivir al sistema de salud, la inseguridad, la falta de trabajo, los bajos niveles de educación y las profundas desigualdades que no se lucen en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno.
El problema de Dina Boluarte hace rato que dejó de ser un problema del “qué” para convertirse en el “cómo”. Nadie le cree, no confían en ella. Ha tenido una capacidad impresionante para hacerse de flancos, a pesar del apoyo inicial de la derecha. Se ha posicionado como una mujer frívola y ornamental, poco empática y, admito con pena, le hace un flaco favor a nuestro género. Pocas cosas que haga tendrán legitimidad o perdurarán en el tiempo.
Pero no le quitemos la esperanza al presidente del Consejo de Ministros, porque, como dice un popular exfutbolista, “la fe, la fe es lo más lindo de la vida”.