Al fin del año de celebración de nuestra independencia, debemos recordar a todos los peruanos que la defendieron. A los que lo hicieron con las armas, y también a los casi siempre olvidados intelectuales, que lo hicieron con ideas, como fue el caso de don Ricardo Palma.
¿Don Ricardo Palma, baluarte de la Independencia? Sí, pues a pesar de haber nacido en 1833, su aporte fue fundamental para generar el orgullo por nuestras raíces que se necesita para mantenernos unidos y defender nuestra libertad frente a cualquier ataque interno o externo.
En efecto, mirándolas con profundidad, se puede ver que, más que solo describir la vida del Perú de su época, las “Tradiciones peruanas” cumplieron un objetivo mucho más profundo. Quizás el tradicionalista lo hubiera explicado de la manera siguiente: “Por eso empecé a escribir las tradiciones –le dice don Ricardo al pequeño Antu–, que eran como la historia del Perú de mis días. Mientras muchos creían que nuestra manera de ser no tenía valor, porque lo bueno era parecerse a los europeos, yo mostraba que la forma en que pensamos y actuamos nos hace únicos y diferentes. Quizás esas tradiciones fueron la primera oportunidad de sentirnos orgullosos de ser distintos, de mostrar que no somos ni españoles ni incas, sino algo nuevo. Y, además, de que podíamos vernos de manera sonriente, con nuestras virtudes y nuestros defectos, y hasta burlarnos un poco de nosotros mismos. Un humorismo, como lo digo siempre, con gracia e ironía” (“El tesoro”, R. Arellano, 2021).
Don Ricardo Palma puso así las bases para apreciar una cultura nacional nueva y distinta, reivindicando incluso, con palabras que luego llamaríamos peruanismos, nuestra manera de hablar que no se “ahuesaba”, sino que evolucionaba día a día. Y lo hizo, además, con picardía, lo que le permitía burlarse del sentimiento colonialista que quedaba aún en muchos españoles americanos. De hecho, su aporte fue fundamental para mantener el espíritu peruano en momentos de la inmensa crisis económica y política generada por la Guerra del Pacífico.
Hoy, a 200 años de la declaración de San Martín, cuando el ánimo del país está tremendamente decaído, sigue siendo fundamental que los peruanos de bien sigamos el ejemplo de Palma. Que luchemos contra los imperialismos de quienes se esmeran en decirnos que solo lo extranjero es bueno, y contra el derrotismo de quienes se esmeran en señalar nuestros defectos sin aportar soluciones. Así, no solo superaremos ese pequeño accidente en la larga historia del Perú que es la mala situación política y económica de hoy, sino que ayudaremos a construir un mejor futuro para todos. Empecemos, en esta última semana de celebración del bicentenario.