Cuando creíamos que Vladimir Cerrón no podía ser más desvergonzado, llega su versión prófugo de la justicia. Desde algún lugar donde se siente cómodo, seguro e inalcanzable para las autoridades, el líder de Perú Libre publica en sus redes sociales mensajes en los que, en resumidas cuentas, se jacta de que no puede ser capturado. Se sabe impune desde hace once días (por más monto de recompensa que pongan sobre su cabeza) y no disimula que lo disfruta. De alguna manera, el poder también se expresa así: en volverse intocable para la justicia al punto de mofarse de quienes deben ubicarlo.
A diferencia de otros prófugos célebres, como el exministro de Transportes Juan Silva o Fray Vásquez, sobrino del expresidente Castillo, lo sucedido con Cerrón es clamorosamente más llamativo porque su orden de prisión se conoció en una audiencia de lectura de sentencia que estaba programada desde hace semanas. No se trató de un operativo de ubicación y captura que muchas veces se tiene que planificar y ejecutar en pocos días. En otras palabras, si hoy Cerrón está prófugo es porque no hubo desde el inicio voluntad de capturarlo. Y aquí la responsabilidad es principalmente de la policía y de la fiscalía, que hasta el momento no han rendido cuentas sobre por qué pasó lo que pasó. Simplemente se han excusado.
Como publicó este Diario días atrás, la fiscalía de Junín no solicitó ante la policía ninguna medida previa para asegurar que Cerrón no fugara en el eventual caso de que fuera condenado (como efectivamente pasó el 6 de octubre con su sentencia a tres años y seis meses por el delito de colusión). Pero la policía y, en específico, sus órganos de Inteligencia, tampoco tuvieron la iniciativa de recomendar al Ministerio Público que emitiera alguna disposición para prevenir el escenario que hoy conocemos. Para eso tienen a la Dirin y a la Digimin. Ambas instituciones fallaron, para regocijo de Cerrón.
Ahora bien, no basta con incluirlo en el programa de recompensas y anunciar que se le pagará S/100.000 a quien ayude a detenerlo (una cifra que queda corta si la voluntad es agarrarlo). Lo que se requiere también es aplicar una fórmula que dio éxito en otros casos: la creación de un equipo policial con presupuesto y personal suficiente que esté centrado en la búsqueda del líder de Perú Libre. Pero, para eso, claro, tiene que haber voluntad política que parta del Ejecutivo, cuya presidenta, Dina Boluarte, fue compañera de ruta y coinvestigada con el hoy prófugo por los ingresos y gastos de la campaña. Mientras tanto, seguiremos leyendo las publicaciones burlonas y desvergonzadas de Cerrón, que se siente impune desde quién sabe dónde.