CADE Ejecutivos siempre trae de todo, entre varias cosas, buenas noticias o un fervoroso intento de crearlas. En la primera sesión de esta última, que se lleva a cabo luego de 13 años en Urubamba (una buena noticia), Waldo Mendoza, destacado académico y exministro de Economía y Finanzas, recibió una pregunta a boca de jarro: ¿aceptaría volver a hacerse cargo del ministerio ubicado en el jirón Junín, como lo hizo durante el gobierno de Francisco Sagasti?
Su respuesta fue un adelanto de lo que luego evidenciaría el primer ministro Alberto Otárola: no podría aceptar cuando la lideresa del Ejecutivo no tiene claridad en temas económicos básicos, creando un impacto negativo en el manejo transversal de las políticas públicas.
Dio en el clavo. Horas después, el propio titular de la Presidencia del Consejo de Ministros, sin decirlo explícitamente, mostró la falta de alineamiento en temas cruciales (como la crisis por la entrega de lotes petroleros a Petro-Perú en medio de su insolvencia irresuelta) sin que la presidenta Dina Boluarte le ponga fin, separando del equipo ministerial a quien corresponda, sea por convicción, ideología o lo que fuere.
Esa ausencia de liderazgo de la jefa del Estado crea en la práctica una suerte de compartimentos estancos en el Ejecutivo.
Un presidente del Consejo de Ministros resuelto a promover fierro a fondo los motores de la inversión privada; un titular del Ministerio de Economía y Finanzas que un día califica como calamitoso el hecho de permitir un nuevo retiro de fondos de las AFP, pero que días después lo relativiza; un ministro de Energía y Minas que hace de la petrolera estatal su chacra; mientras que los titulares de Comercio Exterior y Turismo, y Transportes y Comunicaciones se desdoblan en explicaciones en torno de que la seguridad jurídica y las buenas señales para los inversionistas son una realidad en el país. ¿Alguien marca la ruta?
Hace poco, el periodista Juan Carlos Tafur ironizaba que la presidenta Boluarte amanece escuchando a su jefe de Gabinete Ministerial, al medio día conversa y recibe consejos de su hermano, pero por la tarde hila con sus alfiles del Congreso las mejores decisiones para mantener su frágil embarcación a flote.
Esta multiplicidad de influencias en el Gobierno lleva a la inconsistencia, que es la causa principal de su parálisis, y, al fin de cuentas, de su medianía.
Como bien diagnostica Waldo Mendoza, mientras la claridad de ideas y posiciones no sea una prioridad para la presidenta, es la deriva lo que tenemos al frente y no un puerto firme. Tratándose además de un gobierno débil, la inconsistencia es la peor de las compañeras de ruta.