Entre el “chinito” que desfilaba sobre un tractor durante la campaña presidencial de 1990 y el que hoy, mucho más joven, aparece acarreando piñas y papayas en medio del mercado mayorista de Lima hay un denominador común: Alberto Fujimori. Su hijo Kenji irrumpe en medio de la crisis política para señalarle un rumbo a lo que queda del fujimorismo, pero no se trata solo de “sangre nueva” reclamando un espacio, sino anunciando un nuevo capítulo en la pugna por la herencia política del exmandatario, hoy preso en el penal Barbadillo. Kenji Fujimori reaparece, pero en realidad es Alberto quien regresa a escena en el momento más difícil, políticamente hablando, para su hija Keiko y Fuerza Popular (FP).
El fustán oportunista del benjamín de los Fujimori se nota a leguas: critica a FP por “politizar” la elección de magistrados al Tribunal Constitucional y por su actitud cerril contra Martín Vizcarra, pero fueron sus fieles escuderos de Cambio 21 en el Congreso quienes se aliaron con FP en la Mesa Directiva para elegir a Pedro Olaechea y votar por Gonzalo Ortiz de Zevallos para el TC. ¿Entonces, qué tanto reclama? No interesa. Así era Alberto, mucho golpe de efecto y maniobra, como los que espera aplicar –con todo derecho, por cierto, pero nos toca estar avisados– de cara a los comicios del 2021. Parece lejos, pero en realidad, si analizamos todo lo que está en juego durante los próximos 18 meses, dicha elección está cerca.
Para padre e hijo la pugna congresal de enero es accesoria, la batalla del 2021 y la posibilidad de obtener una fuerza parlamentaria propia por cinco años sí les resulta decisiva. Y mientras FP se desgasta en una campaña nacional de aquí a tres meses, como acaban de decidir sus dirigentes el último miércoles, Alberto y Kenji diseñan una estrategia para la elección de año y medio. Tienen pocas posibilidades de triunfo, si se analizan las preferencias expresadas en las últimas encuestas, pero están convencidos de que FP “ya fue” y de que a Keiko no le quedará más camino, en medio de sus tribulaciones judiciales y la debacle política que la rodea, que pactar con ellos a fin de salvar el espacio y obtener influencias.
Kenji alegará que, a diferencia de su hermana, él sí le tendió la mano a Pedro Pablo Kuczynski, actuó –o “se equivocó”, según convenga– por amor al padre y buscó anteponer los intereses del país a los del partido. Según la última encuesta nacional de Ipsos, publicada en El Comercio esta semana, FP aparece en segundo lugar en intención de voto al Congreso. ¡Y en su peor momento! Esto anima a padre e hijo a soñar con arrebatarle el liderazgo naranja a Keiko. Esta batalla recién comienza.