Rodrigo Cruz

A inicios de noviembre, una fuente de la fiscalía me compartía con indignación una foto con el siguiente mensaje: “Mira lo que han destruido”. Me tomó segundos identificar lo que veía. Como reportero, había ido varias veces a ese lugar. Se trataba del mismo espacio donde antes quedaba la sala amigable que las fiscales de Trata de Personas de Lima habían condicionado en el primer piso de su oficina para recibir a las víctimas menores de edad o a sus familiares. Antes había peluches, juguetes, pisos de colores, mesas y sillas para niños cuyo único fin era hacer, aunque sea por unos minutos, más ligera la visita de quienes habían atravesado el infierno.

Sin embargo, la foto que me compartía la fuente expresaba todo lo contrario. La imagen era de dos escritorios de melanina llena de papeles. Dos sillas antiguas en cada lado de la mesa. Las paredes, antes coloridas, estaban bañadas de pintura crema con manchas de suciedad. La típica escenografía caótica que uno se imagina de un juzgado en el Cercado de Lima. No quedaba rastro de esa sala amigable que era, por así decirlo, la esencia de ese lugar: las fiscales que antes estaban ahí entendían que su labor no se trataba solo de perseguir a los delincuentes, sino también de crear un ambiente cómodo para que las víctimas se sintiesen seguras. ¿A qué se debió ese cambio?

La respuesta está en la llegada de como fiscal de la Nación. Como si se tratasen de puestos administrativos cualquiera, Benavides copó fiscalías especializadas priorizando su cercanía o lealtad a ella al margen de si tenían tiempo investigando un determinado delito. Lo que ocurrió con esa sala amigable es la metáfora idónea de lo que les digo. Benavides, por ejemplo, ni bien asumió el cargo de fiscal de la Nación, nombró jefa de las fiscalías de Trata de Personas a la fiscal Rocío Gala, que venía de trabajar en la Unidad de Cooperación Judicial Internacional.

Y así, poco a poco, fueron desligándose de fiscales especializadas que por años se dedicaron a combatir dicho delito, como la fiscal Berenice Romero, que consiguió condenas en casos emblemáticos como los de Nicolini o el falso gurú Félix Manrique, entre otros, y, en su lugar, llegaron colegas con poca o nula experiencia en dicho campo. Ese mismo criterio se repitió en otros lados.

Ahora que el fiscal de la Nación (interino) Juan Carlos Villena ha dicho que la designación de los fiscales coordinadores se hará en base a su especialidad, rango y antigüedad (ya empezó a hacer algunos cambios), sería bueno que también haga un análisis general de la fiscalía que quería implantar Benavides. Las víctimas también pagan las consecuencias.



Rodrigo Cruz es Periodista

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