Maniobra naranja: a Alfredo Thorne le dan la confianza (igualito morirá luego) y así no acusan de obstruccionismo a Keiko, pero censuran a Carlos Basombrío y dan un golpe inesperado. Maniobra ppkausa: tras la salida de Thorne y la interpelación de Basombrío, hacen que este también pida confianza y así quitan al obstruccionismo naranja el argumento de que quitar una confianza pedida no es lo mismo que censurar motu proprio. Finalidad naranja: exprimir las debilidades del gobierno sin obstruirlo visiblemente hasta llevarlo al punto en que nadie tenga que pedir la vacancia de PPK, sino que este se vea obligado a renunciar ante su desaprobación extrema. Finalidad ppkausa: provocar al obstruccionismo fujimorista a tal punto que se despinte ante la ciudadanía y en ese momento pedir la confianza del gabinete y asustarlos con la disolución del Congreso ‘ganapán’.
No sigo. Si están en esa lógica bélica y conspiranoica, no lean lo que viene. Yo voto por pactar. La iniciativa corresponde, en primera instancia, al gobierno; pero el fujimorismo podría ser más proactivo.
Hasta ahora el único diálogo cumbre PPK-Keiko fue de iniciativa y puesta en escena ajenas, del cardenal Cipriani, asumida sin convicción por los dialogantes. La imagen del presidente hincado de rodillas en la capilla del cardenal pesó más que la del par de líderes a la salida.
Esa cita trajo algo de paz y gobernabilidad tras la censura de Jaime Saavedra. Pero no creó fórmulas estables de entendimiento, no se institucionalizó. Se agrió con el devenir de la coyuntura, con la maniobra del indulto, con las vocerías exaltadas de Fuerza Popular ante teorías del complot en la PCM, con la salida de Martín Vizcarra y las amenazas contra Basombrío y Patricia García.
Hoy tenemos tímidas iniciativas de diálogo como la reclamada por Mercedes Aráoz y respondida cordialmente por Rosa Bartra. De vice a vice. Fernando Zavala, a pesar de su visita discreta a Luz Salgado, se ha descolocado en su rol de negociador. PPK tiene piezas de recambio en el gabinete que ya han tendido puentes con el fujimorismo, como el ministro de la Producción, Pedro Olaechea (que apela al pragmatismo del empresariado), o el de Defensa, Jorge Nieto (que apela a la omnipresencia de las tres armas); pero si las conversaciones o las tensiones crecen, podría llegar a optar por alguien ajeno a su entorno.
Hasta ahora, el diálogo ha tenido más promotores conservadores que liberales, quizá porque los primeros temen la supuesta ‘agenda de género y pro LTGBI de PPK’ y quieren cerrarle el paso desde el fujimorismo que sienten cooptado. Ojalá que los liberales de uno y otro lado hagan oír sus voces dialogantes.