(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)
Patricia del Río

A todos nos ocurrió alguna vez que nuestro profesor titular del colegio se enfermó o tuvo un percance y se ausentó del aula por varios meses. Entonces llegaba el profesor de reemplazo. Casi siempre buena gente, casi siempre más joven que el titular, y definitivamente un personaje dispuesto a cumplir con su labor sin comprarse demasiados pleitos. Era rarísimo ver al “nuevo” haciendo el papel de ogro exigente. Lo suyo era cumplir con su deber sin introducir grandes cambios y luego despedirse entre Chizitos y torta sabiendo que sería recordado como el profe buena onda. Punto.

La pregunta es ¿está comportándose el presidente como el típico profesor de reemplazo? Veamos. Resulta desconcertante que a un mes y contando de haber asumido la Presidencia de la República, Vizcarra no se esté construyendo un perfil propio. No traspase ese rol más doméstico, que es muy útil cuando uno es autoridad local, pero que no funciona cuando es presidente de la República.

¿Cuál es el norte de Vizcarra, cuáles son sus grandes preocupaciones, cuál es su gran objetivo para el 2021? Difícil vislumbrarlo aún. Viaja al norte para ver el tema de la reconstrucción y se ve obligado a criticar a los ministros anteriores a los que acusa de haber avanzado poco o nada. Ruta equivocada para quien fue ministro de en la época de El Niño costero y que ha nombrado en su nuevo equipo de trabajo a personas como el señor Edmer Trujillo que no fue precisamente el más veloz a la hora de levantar viviendas.

Nombra a ministros de perfil técnico con probada experiencia en manejo del Estado, pero no tiene un plan de acción para que asuman roles más proactivos en momentos en que es fundamental la construcción de nuevos liderazgos. ¿Son capaces ustedes de identificar con nombre y apellido a los nuevos miembros del Gabinete? ¿Los reconocen si se los cruzan por la calle? Difícil ¿no? Salvo excepciones, los ministros les resultan más fantasmales que los compañeros de clase de .

Tampoco vemos al presidente reaccionar con firmeza ante hechos en los que se necesita sentir que alguien está al mando. El caso terrible de la agresión a , por ejemplo, fue una oportunidad perdida para que Vizcarra marcara su compromiso de acabar con la violencia contra la mujer: por días no dio ni una declaración, y para colmo, a pesar de la terrible coyuntura que atravesamos, el primer ministro no mostró mayor interés por el feminicidio y el maltrato a las mujeres en su discurso ante el Congreso.

Como esmerado profesor de reemplazo, Vizcarra está cumpliendo con el encargo que se le ha asignado. El problema es que, al seguir actuando como un simple encargado del puesto, deja un vacío que se encargará de llenar rápidamente la oposición con mayoría en el Congreso. Y eso no es malo en sí mismo, pero puede ser muy peligroso. Ya sabemos de sobra que, sin equilibrio de poderes, aunque sea precario, el asunto no camina.