En los últimos años, el , enfermedad transmitida por el mosquito ‘Aedes aegypti’, se ha presentado como uno de los principales problemas de salud pública en el Perú. Según los datos presentados por el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Minsa, los casos de dengue han aumentado drásticamente, llegando a más de 280.000 al finalizar el 2024. Si bien es cierto que la estrategia contra el mosquito vector es crucial, es vital reconocer que los factores sociales son determinantes en la persistencia de esta enfermedad.

El dengue no solo es una enfermedad transmitida por un mosquito; es un reflejo de las desigualdades que enfrentan miles de peruanos. Las regiones más vulnerables suelen ser las más afectadas por la enfermedad; la falta de acceso continuo al agua potable obliga a las familias a almacenar agua en recipientes abiertos, lo que facilita la reproducción de mosquitos. Además, el crecimiento urbano desordenado ha llevado a un aumento de viviendas informales, donde suele haber acumulación de residuos y falta de saneamiento, condiciones ideales para la propagación de la enfermedad.

Abordar esta problemática va más allá de combatir el vector; se deben mejorar las condiciones de vida y promover entornos saludables que reduzcan la vulnerabilidad de estas poblaciones. Considero que, para enfrentar el dengue en el Perú, se requiere un enfoque que no se limite al control del mosquito o la atención cuando ya se ha contraído la enfermedad, sino que también aborde los factores sociales que perpetúan esta problemática.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Amira Ayelén Llerena Delgado es estudiante de Salud Pública y Salud Global en la Universidad Peruana Cayetana Heredia

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