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El Mudo
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Hace poco, el 4 de diciembre, recordamos el aniversario luctuoso de Julio Ramón Ribeyro. Su producción jamás perderá vigencia, entre otras cosas, por el genuino retrato que hace de nuestro país.
¿De qué otro lugar, si no del Perú, podrían ser los personajes desdichados que plantea Ribeyro? Hombres medianos cuyos esfuerzos son siempre insuficientes para generar algún cambio en su existencia. Es como si la vida les fuese contraria. Pero esa contrariedad opera de diversas formas: a veces es la memoria, la sociedad, la burocracia; a veces, incluso, una mala suerte sin solución ni escapatoria.
Si pensamos en nuestras autoridades, un grupo no menor de ellas son como el protagonista de “La insignia”. No saben qué hacer porque ni siquiera saben de qué se trata su trabajo. Tampoco saben cómo llegaron o cómo es que siguen ascendiendo. Solo existen; el sistema se encarga del resto.
Pero hay que hacer una aclaración sobre sus personajes. Existe una soterrada rebeldía en cada uno de ellos. Su desdicha no proviene de una actitud pasiva ante la vida, sino de haber intentado algo y no haberlo conseguido. Es la tristeza de los esfuerzos en vano. Pero es válido ajustar el lente para enfocarnos en la iniciativa que tuvieron, sin importar el resultado. Así entendida, la obra de Ribeyro es un homenaje a la resistencia del individuo.
Ribeyro perteneció a un linaje de ilustres juristas; de modo que siempre sintió la pesada carga de continuar con la tradición. Para alegría nuestra, le dedicó su vida a la literatura y dominó la narrativa breve. Él, como sus personajes, llevó a cabo esa rebeldía que es pensar diferente para ser dueño de sí mismo.

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