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Fiesta y ausencia
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“El cuarto de los padres hoy está muy vacío […] / ¡[…] ya no hay dulces sorpresas! / ¡Qué triste es para ellos el día de Año Nuevo!”. Estos versos podrían acunarse en la melancólica tonada navideña interpretada por Luis Aguilé: “Ven a mi casa esta Navidad”. Sin embargo, el corte del poema citado en la primera línea “El aguinaldo de los huérfanos”, de Arthur Rimbaud, recuerda a la dicha y al infortunio. Leído desde el presente, dialoga con una realidad peruana que desborda el símbolo y lo vuelve dato.
La Encuesta Demográfica y de Salud Familiar del 2023 del INEI señaló que el 2,7% de la población menor de 15 años en el Perú se halla en situación de orfandad. Asimismo, con base en datos del 2024, el Reniec evidencia que 291.985 menores de edad están en dicha condición, de los cuales 152.212 viven en hogares ceñidos en pobreza o pobreza extrema. Estas cifras no describen únicamente carencias materiales: configuran una forma de daño que se proyecta a lo largo de toda la vida.
Frente a ello, el asistencialismo parece insuficiente. Las campañas solidarias, las colectas privadas o los gestos escolares –una taza de ponche, una tajada de panetón, una pelota– alivian, pero no transforman. Funcionan como paliativos simbólicos que conviven con el problema que dicen enfrentar, pero no lo resuelven.
Hace unos días, cuando las luces multicolor resplandecieron como la imaginación de un niño o niña tratando de adivinar qué regalos se escondían bajo el árbol, otros habían perdido la ilusión. Y es que, tras otro año, las desigualdades aún deshojan la vida del país y pocos parecen notarlo.

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