Katharine Cosinga Medina

El principal objetivo de la ejecución penal es la rehabilitación, reincorporación y reeducación del recluso a la sociedad, encaminado a reducir o evitar la reincidencia delictiva mediante programas de talleres laborales, educativos, terapia psicológica, entre otros. Sin embargo, no se está dando los resultados deseados puesto que los programas no son totalmente favorables para cambiar la visión y objetivo personal del recluso. Los mecanismos actualmente planteados deberían incentivar el cambio en la vida del recluso, empezando por la nutrición mental y la adquisición o expansión de nuevos conocimientos.

Según el informe del INPE –julio de 2023– registra que el 19,8% (18.443 internos) tiene únicamente el nivel primario, mientras que el 69,4% (64.642 internos) ha alcanzado el nivel secundario y la población penitenciaria analfabeta alcanza el 1,6% (1.472 internos). Dadas estas cifras, podemos deducir la importancia de implementar programas que contribuyan a la educación y conocimiento del recluso, asegurando así el logro del objetivo de la ejecución penal.

Algunos países como Chile, Brasil y España proponen programas de lectura como “Leer te hace libre” y “Redención por la lectura”. En el Perú, el criminólogo Gino Ríos propone el programa “Leer te libera”, dirigido al cambio y la responsabilidad personal del recluso. A través de la lectura de libros seleccionados y la elaboración de un ensayo que cumpla con parámetros preestablecidos, se busca la reducción de días de pena por lectura. Como sabemos, la lectura fortalece y estimula las conexiones neuronales, activando el cerebro y exponiéndolo a nuevas ideas, conceptos y, por qué no decirlo, a una nueva realidad para el recluso. De esta manera, la lectura juega un papel importante en el logro de los objetivos de la ejecución penal.

Después de visitar la cárcel y conversar con un recluso, considero que el programa “Leer te libera” contribuiría positivamente a la sociedad penitenciaria. El recluso reconoce que la lectura abre su mente y que actualmente la utiliza como un salvavidas ante la preocupación y el miedo que le genera la simple condición de estar en prisión.

Por tanto, los programas a implementar deben ser herramientas beneficiosas para la mentalidad del recluso. No solo le servirán para reducir días de pena, sino que también le ayudarán a enfrentar los desafíos que se le presenten al salir de la cárcel. Es fundamental tener en cuenta que la lectura es una herramienta educativa invaluable para adquirir conocimientos y habilidades útiles que permiten al recluso razonar y cuestionarse, guiándolo hacia un cambio de actitud con nuevos horizontes en su vida diaria.

En conclusión, reflexionemos sobre si es beneficioso para la sociedad implementar programas que permitan educar a los reclusos a través de la lectura, o si es preferible dejarlos en el olvido, creando así una falsa rehabilitación, reincorporación y reeducación que solo conducirá a una reincidencia delictiva.

Katharine Cosinga Medina es estudiante de Derecho de la Universida de San Martín de Porres

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