Álvaro Ezcurra

Se estima que, durante el año en curso, la minería alcanzará el 9,5% del PBI nacional y es que la minería es una de las actividades económicas más importantes para el país. De igual forma, el Perú es uno de los principales productores de cobre, oro y plata a nivel mundial. Además, durante el primer semestre del 2024, se han alcanzado más de 232.000 puestos de trabajo generados por esta actividad, por lo que no pueden negarse los beneficios que dicha actividad económica tiene para el país.

Sin embargo, no por los beneficios que la minería ofrece podemos olvidar la otra cara. La de aquellas personas obligadas a respirar aire contaminado e ingerir agua con altas concentraciones de plomo debido a un mal manejo de los desechos tóxicos por parte de algunas empresas mineras.

En “El diablo es peruano” de Milver Avalos Miranda se describe la trágica situación que se ha vivido por dicha contaminación en Cerro de Pasco. De igual forma, hace algunos meses la Corte IDH sancionó al Perú por violar el derecho de la salud y vida digna en perjuicio de los pobladores de La Oroya en Junín, una ciudad que además ha sido considerada entre las 10 más contaminadas del mundo producto de los gases tóxicos emitidos por el Complejo Metalúrgico de dicha localidad que el año pasado reinició parcialmente sus operaciones pese a diversas advertencias de organismos especializados en la defensa del medio ambiente.

¿Cuál debería ser el camino para lograr buena armonía entre los actores inmersos en la minería para quedarnos solo con la mejor cara de esta importante actividad económica?

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Álvaro Ezcurra es estudiante de Comunicación en la Universidad de San Martín de Porres