Mario Ghibellini

La señora ha vuelto esta semana a su ejercicio favorito: desdeñar a sus críticos con fórmulas que quieren ser ingeniosas. Si antes les atribuyó estar fabricando historias sobre Chucky y su novia, ahora los ha motejado de enfermos del hígado y trasnochados. Algún espíritu susceptible podría sentir que, solapadamente, lo han llamado toledista, pero los recursos retóricos de los libretistas de la gobernante no dan para tanto. Estamos apenas ante el ensayo de ciertas variaciones sobre el argumento dicharachero que le hicieron recitar algunas semanas atrás. “A palabras necias, oídos sordos”, proclamó la mandataria en aquella ocasión frente a la claque de siempre –porque este tipo de discursos ella los lanza invariablemente frente a un auditorio de personas que están recibiendo algún beneficio estatal– y luego se internó en sus acostumbradas disquisiciones acerca del ‘punche’ que supuestamente habita en la musculatura del Ejecutivo.

No parecen haber advertido los estrategas de la presidente, sin embargo, que insistir demasiado sobre un determinado asunto es precisamente lo contrario a ser desdeñoso con él. Si alguien repite machaconamente que las críticas de sus detractores le resbalan, lo que está confesando, en realidad, es que le causan desvelo. Y la señora Boluarte le da al temita todas las semanas...

Esto ha cobrado particular actualidad ahora que la prensa le ha recordado que hace casi 240 días que, o bien no se somete a sus preguntas, o bien las responde con evasivas, antes de evadirse ella misma del lugar donde se las están planteando. Un señalamiento que la ha llevado a postular que su mejor comunicación es “con trabajo, con resultados, con hechos, [y] obras”. Pero la verdad es que el principal problema con el silencio de la jefe del Estado no tiene que ver con las supuestas obras o los invisibles resultados de su gestión, sino con otros tópicos un tanto más espinosos.


–Trío Galaxia–

Vamos, los periodistas queremos preguntarle ciertamente por los extorsionadores a los que el les está “respirando en la nuca”, por la demora en la designación de un nuevo directorio de , pleno de “funcionarios que amen a la patria”, y por mil otras inoperancias e iniquidades propias de la administración que encabeza. Pero, sobre todo, por algunas cuestiones de connotación más bien penal. Cuestiones que tienen que ver, por ejemplo, con los Rolex y el “cofre”, o con las andanzas de su hermanísimo al amparo de su manto y con la suerte de su antiguo ‘causita’ Vladimir Cerrón, salvado siempre por la campana (o el timbre de un celular) justo cuando la policía está por echarle el guante. Y es allí donde la persistente afonía de la presidente adquiere ribetes meridionales y deja ser el mero temor a decir torpezas. Donde se revela, en fin, que, más que de oídos sordos, la política que cultiva es de labios mudos, clausurados quizás con la imitación estilizada del gesto de quien corre un cierre horizontal sobre ellos.

Esta situación, desde luego, no puede continuar. Y para acabar con ella, desde esta pequeña columna, proponemos una comisión integrada por los congresistas Wilson Quispe, María Agüero y Alfredo Pariona para que interrogue a la señora Boluarte como solo ellos saben hacerlo. Esto es, con la misma agudeza y conocimiento con que acorralaron esta semana al presidente del Banco Central de Reserva, para averiguar qué demonios hace la institución que él comanda para prevenir la tuberculosis, o algo por el estilo. Con ese trío haciendo las preguntas, no habrá código del silencio que se resista y los peruanos podremos respirar tranquilos sabiendo que el contrapeso y la vigilancia entre poderes del Estado es una realidad entre nosotros.





*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es Periodista