Son las siete y cuarto de la mañana y los primeros rayos de sol comienzan a aparecer sobre la montaña. No es cualquiera, es el nevado Verónica, uno de los más conocidos en Cusco. Y, aunque la imagen de los primeros rayos sobre la nieve es sorprendente, también es preocupante. Hace algunos años la Verónica tenía mucha más nieve de la que tiene ahora y quien veía este amanecer debía hacerlo bastante abrigado. Ahora, quien ve este espectáculo ya no lo hace sintiendo frío, el clima es mucho más cálido de lo que debería ser una mañana de octubre a 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar en la sierra de Cusco. Esto, debido al cambio climático.
Esta escena transcurre en el Santuario de la Verónica, un área de conservación privada (ACP) en Ollantaytambo, Urubamba (Cusco), la cual está a cargo de Miguel Bellota y Katia Mejía. Por debajo del nevado Verónica y otras montañas se observa un inmenso bosque seco con algunas cuencas de agua. Este mismo bosque es el que esta pareja intenta proteger desde el año 2016, cuando lograron registrar 20 hectáreas del terreno como ACP gracias a la importante flora y fauna.
Lograr un área de conservación era un sueño para los Bellota, ambos amantes de la naturaleza. Sin embargo, este vino de la mano con enormes responsabilidades y obligaciones. En los últimos años, esta pareja ha tenido que luchar contra diversas amenazas para tratar de salvar su bosque que no solamente contempla una enorme diversidad de animales que van y vienen desde Machu Picchu, sino que también abastece de agua a cinco comunidades de la zona.
Las ACP son predios privados que a iniciativa de sus propietarios son reconocidas por el Estado como áreas de conservación, siempre y cuando cumplan con los requisitos físicos y técnicos que ameriten su reconocimiento. Estos pueden ser cualquier actividad que resulte compatible con fines de conservación de biodiversidad como investigación, educación ambiental o manejo de fauna silvestre. El Estado da este reconocimiento por un plazo mínimo de 10 años y, anualmente, el propietario debe entregar informes de monitoreo que comprueben que se mantiene el trabajo de conservación en dicho espacio.
Los inicios del Santuario de la Verónica
Fueron los padres de Miguel Bellota, en los años 80, quienes adquirieron la propiedad donde se sitúa el Santuario de la Verónica. Por mucho tiempo esto no fue más que un predio privado, con enorme diversidad, pero sin ningún tipo de control ni monitoreo. Sin embargo, fue entre los años 2010 y 2011 que Miguel, conectado con la montaña y la naturaleza, y Katia, amante del medio ambiente y quien trabajaba en conservación, comenzaron con el sueño de obtener el reconocimiento de ACP.
Para ese entonces, los padres de Miguel ya no se encontraban en la propiedad, así que ellos dos emprendieron el trayecto de hacer informes, monitoreo de fauna y flora e investigación, apoyados de la ONG Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA). Las idas y vueltas de los documentos entre el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) y el Ministerio de Ambiente (Minam) y ellos fueron eternos, según comentan. De hecho, cuando tenían que presentar el último documento, al cual subsanaron luego de varias observaciones, dijeron: “si este no pasa, ya nos rendimos”.
Sin embargo, tras enviar por última vez este documento, en 2016 llegó la resolución donde mencionaba que el Santuario de la Verónica era reconocido como un área de conservación privada por el Estado Peruano. “Iniciamos todo esto por un tema de conciencia, empatía, querer hacer algo porque mañana no sabemos qué va a pasar”, contó Katia Mejía a El Comercio.
Dicho espacio, a pesar de ser pequeño comparado a otras ACP de miles de hectáreas, es un lugar importante para la conservación debido a la cantidad de animales y vegetación que viven en él. Por ejemplo, en el bosque habitan animales citados en la lista roja de especies amenazadas como el condor, el gato andino, el puma y el oso de anteojos. De hecho, por este último, en setiembre ganaron una beca otorgada por la SPDA para hacer monitoreo biológico de mamíferos y conocer su estado de conservación. Además, hay una gran muestra representativa de flora del valle interandino como unca, chachacomo, aliso y lloque.
Olwer Huanca Palomino, coordinador territorial Sur de la Base Física del Sernanp, explicó que el objetivo principal del Santuario de la Verónica es conservar los bosques secos de los valles interandinos. Asimismo, aporta a la conectividad entre diversos ecosistemas para animales importantes como el oso andino y varias aves. “Esta conectividad es muy valiosa, como por ejemplo para el oso de anteojos”, dijo.
El inicio del Santuario de la Verónica como ACP comenzó por pura buena voluntad de parte de Miguel y Katia; no obstante, este sueño de apostar por la naturaleza, cuidar el agua y conservsar especies trajo consigo enormes responsabilidades. “Nuestro objetivo era proteger el espacio frente a la visita recurrente de gente extraña [que podía generar un peligro]. Conforme hemos estado aprendiendo, hemos ido conociendo más sobre la importancia del bosque. Es un espacio muy rico. Antes, queríamos hacerlo [obtener el reconocimiento de ACP], pero realmente no sabíamos la grandeza e importancia del espacio”, comentaron Miguel y Katia a El Comercio.
Durante todos estos años, esta pareja, por su propia cuenta, ha tenido que luchar contra diversos peligros. El año pasado, la zona donde queda la ACP fue afectada por un incendio forestal que cruzó la montaña y estuvo a punto de llegar al bosque. Katia y Miguel, con apoyo de algunos vecinos, subieron hasta donde estaban las llamas para, en un basto intento, tratar de apagar el fuego. Paralelo a ello, las autoridades dijeron que no podían llegar ahí porque era peligroso.
“A veces pienso que somos muy pasionales, pero cuando uno asume una responsabilidad lo hace con todo”.
Otras amenazas como invasiones, ganadería o quema para la agricultura son variables constantes en la lucha de los guardianes del Santuario de la Verónica para continuar con la conservación del bosque. Por otro lado, tienen la obligación de entregar anualmente un informe al Sernanp para demostrar que la zona se sigue conservando. Sin embargo, esto no es tarea fácil y necesitan de financiamiento, especialistas y también apoyo del Estado. Para conseguir ingresos, Katia y Miguel han construido un hotel ecosostenible justo en la entrada del área de conservación para poder sostener todos los gastos del trabajo de la ACP. Esta medida es una de las más usadas por los dueños de las áreas de conversvación para conseguir apoyo económico.
Importancia de las ACP
Actualmente, en el Perú hay 138 ACP que suman 394.792 hectáreas del territorio peruano. La región con más de estas áreas es Loreto (28), sigue Amazonas (18), Cusco (18) y Madre de Dios (17). En total, son 20 regiones que cuentan con ACP, según el Sernanp, entidad encargada de reconocerlas y monitorearlas.
Las ACP forman parte del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sinanpe) pero tienen un formato distinto pues son administradas por privados. Estas cumplen un papel fundamental puesto que “ayudan a la conectividad entre áreas de conservación regionales y nacionales. Son como el vínculo entre un ecosistema y otro; aportan bastante a la conectividad porque los animales no conocen de límites”, dijo Olwer Huanca Palomino, coordinador del Sernanp.
La mayoría de ACP pertenecen a comunidades campesinas, luego a comunidades nativas, después a organizaciones civiles y tras ello a personas naturales.
César Ipenza, abogado especializado en derecho ambiental, comentó que las ACP “ayudan a complementar el sistema de áreas protegidas del país, tema que no es poca cosa en el Perú”. Agregó que, lamentablemente, el Estado no puede proteger todo el territorio que contiene alta biodiversidad, entonces las ACP ayudan a complementarlo. “Permite que los privados asuman un rol que el Estado tiene, el Estado está obligado a conservar biodiversidad”, explicó.
En esa línea, Bruno Monteferri, director de Conservamos por Naturaleza de la SPDA, indicó que si las ACP no existieron, las áreas protegidas nacionales serían islas y no habría zonas conectadas que protejan la biodiversidad. “Imagina un oso de anteojos en un área protegida que sigue su camino y entonces llega a otra zona no protegida y gente sin una cultura de conservación, no va a servir de mucho”, dijo.
Agregó que si fuese el Estado quien protege estas áreas de conservación se gastaría mucho dinero en guardaparques o vigilancia. Entonces, si hay gente local que lo hace, el Estado se ahorra todo ese dinero. Sin embargo, es justamente por esa razón que el Estado debería dar incentivos de diversos tipos a los propietarios de las ACP para que los que ya existen continúen con el trabajo y nuevos se sumen a esto.
La figura del Estado y falta de incentivos
El trabajo que realizan los dueños de las ACP no es para nada sencillo y requiere de una gran inversión. Por ello, muchos realizan actividades paralelas para financiar las ACP; una de ellas, y una de las más comunes, es el ecoturismo - como en el Santuario de la Verónica -. Pese a esto, los especialistas consultados mencionaron que es indispensable que el Estado de más incentivos para que los titulares se puedan desarrollar sin problemas.
César Ipenza explicó que tener el reconocimiento de ACP no significa un beneficio para los dueños del predio: “muchas de estas personas o comunidades tienen un convencimiento nato sobre el fin que tiene la conservación”, dijo. Añadió que se necesitan mecanismos compensatorios de parte del Estado, las autoridades y congresistas deben reflexionar sobre el papel de las ACP para generar mecanismos positivos para aquellos que protegen las zonas de conservación del país. “No basta con la buena voluntad de las personas”, sostuvo.
"Los privados asumen una obligación de manera voluntaria con el Estado, pero a veces es difícil cumplir con recursos limitados o sin especialistas. El Estado debe dar mecanismos positivos para que se puedan cumplir las obligaciones pero también para que la gente vea que esta figura no solo es positiva, si no que genera beneficios para la población".
En esa misma línea, Monteferri explicó que los incentivos por parte del Estado no están sucediendo, pero sí deberían darse. Por ejemplo, un mecanismo podría ser exonerarlos de algunos tipos de impuestos. Además, comentó que al Estado le conviene que los privados conserven, entonces podría diferenciar las ACP que tienen más capacidad de conservación y dar diferentes incentivos dependiendo de eso. Por otro lado, indicó que muchas ONG tratan de cubrir ese vacío del Estado y apoyan de diversas maneras.
Miguel y Katia comentaron, según su experiencia, que al Estado lo consideran como “un padre ausente”. Esto especialmente luego de los incendios forestales, cuando más necesitaron ayuda y no recibieron el apoyo esperado de las autoridades. “Mínimo lo que esperamos es la presencia, por lo menos un representante del Minam”, sostuvieron.
Otro tema que resalta la SPDA es que a lo largo de los años, cada vez son menos las obligaciones que asume el Sernanp para apoyar a las ACP. “La cantidad de ACP y de áreas protegidas nacionales y regionales ha aumentado de forma exponencial y significativa, pero el crecimiento del equipo humano del Sernanp no ha aumentado en la misma proporción”, dice una publicación de la institución.
En ese sentido, Olwer Huanca del Sernanp, sostuvo que desde la entidad se mantiene una conversación continua con las ACP y se realizan talleres y conversatorios con los titulares sobre los problemas que les afectan, documentos que faltan o el trabajo diario. Asimismo, se han hecho alianzas con ONG para apoyar financieramente o el aporte legal.