Todo fue muy rápido. De un día para otro su nombre, Violeta, se hizo bolo en el entorno de Francisco Sagasti; y una llamada de él la conminó de tal forma a responderle, que solo atinó a pedirle 10 minutos de espera. No eran amigos, lo conoció cuando ella trabajaba para USAID, la agencia de cooperación gringa, a fines de los 90, y él tocaba puertas de entes nacionales y multilaterales con su Agenda Perú.
¿Qué pensó, qué pasó en esos 10 minutos?, le pregunto en su despacho: “Pensé, ¿tengo las habilidades, qué he hecho en mi vida?, era cómo un flashback rapidísimo y pedí 10 minutos porque tenía que hablar con mi familia, porque sabía que esto tiene impacto”. La familia a la que se refiere es su esposo Samuel Abad, con quien lleva 26 años de casada y una pasión común por el derecho. Se conocieron en un congreso de derecho constitucional en Arequipa cuando ella llevaba la maestría de derecho constitucional en la PUCP.
“El impacto ha sido él” dice Violeta de Samuel. “Ha tenido que renunciar a ser socio del estudio Echecopar. Era para evitar conflictos de intereses, es abogado constitucionalista y litiga ante el TC. Cuando él entró a la Defensoría del Pueblo años atrás [fue primer defensor adjunto] yo decidí dejar toda actividad pública. Lo bueno es que es profesor e investigador, así que ocupado está y son 8 meses. No tenemos hijos, era más fácil tomar la decisión, no había muchos que consultar”, sonríe la primera ministra.
Primeras mujeres
Violeta Bermúdez se distiende cuando comparte recuerdos del pasado. Cuando habla de la actualidad, no comparte; reparte miradas severas frunciendo el ceño y no da su brazo a torcer ni en lo de la interpretación legal que llevó al pase a retiro de 18 generales y costó la cabeza a dos ministros del Interior.
Le pido me confirme la anécdota de que el segundo de ellos, Cluber Aliaga, fue sospechoso de querer grabarla con su celular, y me hace una señal con ceño, mentón y labios, hacia el extremo opuesto del sillón donde estoy sentado. Sobreentiendo que ahí pilló a Aliaga con los dedos en la masa. “No le voy a dar más tribuna”, dictamina sobre él.
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La primera ministra no ha tenido grandes cargos que sedimenten en ella el aplomo de una líder política (fue viceministra de la mujer en la gestión de Cecilia Blondet en el 2002 y jefa del gabinete de asesores de la primera de nuestras 5 primeras ministras, Beatriz Merino, en el 2003), pero en pocos días se la está apañando para lucir tajante o testaruda cuando le provoque; y concesiva solo si es indispensable, pues se ve que le cuesta serlo. No recitaría un poema como Sagasti; pero sí ensaya, cuando dejamos la política a un lado, salidas con humor.
A propósito del despacho en el que me recibe, cabe una digresión. No es el que conozco de sus antecesores. Es la oficina que tuvo Nadine Heredia cuando compartió el poder con Humala. Por alguna razón que desconoce, el general Walter Martos se trasladó allí, y ella no quiere gastar tiempo en cambiar lo accesorio. Ántero Flores-Aráoz no tuvo ni tiempo para pensarlo: “‘No sé qué estoy transfiriendo’, dijo riéndose con ese sentido del humor que tiene”, me cuenta su sucesora y explica que la Contraloría ha revisado normas para permitirle hacer dos transferencias, una con Flores-Aráoz y otra con Martos, que no llegó a trasferir la PCM en regla al atribulado Ántero.
Hagamos una digresión sobre otra primera dama, Susana Higuchi, que permite definir el perfil de Bermúdez a inicios de los 90, cuando trabajaba en la célebre ONG feminista Manuela Ramos. Lo que cuenta sucedió muy cerca de donde estamos, en las afueras de Palacio.
“Cuando destituyeron a Susana Higuchi [en 1994] hubo una manifestación de solidaridad. Éramos 50 personas. Alguien imprimió un papel que decía ‘Susana no estás sola’ y un comunicado. Susana salió y pidió que leyéramos lo que le entregamos y una líder que estaba en primera fila, yo era una más, me llama y me dice, ‘Viole, tu lee, se me ha ido la voz’. Susana me dio un papelito y me dijo ‘llámenme’”. No puede dejar de sorprenderme la precariedad de esa primera dama que sale a la puerta de Palacio y se consigue una abogada, que años más tarde, viene aquí mismo a empoderarse.
La abogada Bermúdez, que ya llevaba una década asesorando a mujeres en problemas; defendió a Higuchi en su divorcio. Solo vio a Fujimori en la audiencia oral. Se queda en blanco cuando le preguntó si recuerda qué hizo o dijo el ‘Chino’. Con Susana no mantiene amistad alguna, se desvinculó como hace cualquier abogado de su cliente. No vio a Keiko cuando esta se reunió con Sagasti. “Hemos separado el trabajo, él se ha reunido con los líderes, yo me reúno con las bancadas”.
A propósito del fujimorismo, le pregunto qué le parece el pedido del fiscal José Domingo Pérez para inhabilitar a Fuerza Popular. Sí, ya sé que el gobierno alega que es neutral y no quiere pronunciarse, ¿pero qué piensa ella?: “Como Violeta Bermúdez, persona de derecho, pienso que siempre el sistema debe favorecer la participación y más en contextos electorales. Lo que le hicieron al ‘partido morado’ [en ese entonces Julio Guzmán postuló con Todos Por el Perú] la elección pasada perturbó el proceso y acabó siendo una mancha en ese proceso. Lo digo a título personal, no hemos discutido el tema [como gobierno] porque no nos corresponde”.
Después de esto, provoca preguntarle si le va el término ‘caviar’: “Me llega porque no he comido caviar en mi vida, no sé si es rico o feo, me llega sinceramente. No me gusta calificar a la gente, vemos muchos que hoy son de derecha y han estado por la ultraizquierda”. Un poco de ping pong: ¿Centro izquierda?. “No me catalogo, Violeta Bermúdez es feminista y lucha por la igualdad. En términos filosóficos, en el esquema de John Rawls, soy una liberal igualitaria”.
O sea, Bermúdez está de acuerdo con el matrimonio igualitario y con el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Conservadores, agárrense confesados. Y, ojo, es católica: “Sí, me han bautizado, me he casado por la iglesia, tengo fe, creo en Dios y también creo que Dios quería igualdad para todos los seres humanos”.
Invicta en San Marcos
Nuestra primera ministra es fruto de la educación pública y el esfuerzo personal. Y de un hogar de clase media en la urbanización Elio en El Cercado que, al recordarlo, deja las resistencias. Sus padres nacieron en Cerro de Pasco; ella, ama de casa que cosía; él, un inquieto técnico electrónico, que la hizo interesarse en las ciencias, y llevaba a los 6 hermanos (4 mujeres, 2 hombres) de vacaciones donde la abuela en Huánuco.
Violeta estudió la primaria en un pequeño colegio privado en El Cercado, el Inmaculada de las Nieves; y la secundaria en la emblemática Gran Unidad Escolar Rosa de Santa María. De ahí, ingresó a estudiar derecho en San Marcos. ¿Algún abogado en la familia, una vocación temprana por las leyes? “Hice un test vocacional y me dijeron que podía estudiar lo que quisiera, lo que hizo que me confundiera más. Una vez leí de la colección Salvat, ‘El derecho llama a tu puerta’ y me gustó”.
Vamos, ¿no se politizó en San Marcos?, le pasa a todos, le digo para animarla a que revele alguna militancia explosiva. “No participaba en ningún movimiento político, jugaba básket y estudiaba francés. No tenía tiempo. Sí participé en movimientos culturales, aprendí a tocar zampoña, pero ya lo olvidé”. Un día vio, en un periódico mural de la facultad, un aviso de Manuela Ramos pidiendo practicantes de derecho para asistir a mujeres vulnerables en Villa el Salvador y empezó su ruta.
Lo que se viene
Saltamos al presente. ¿En los 10 minutos antes de responder a Sagasti pensó en los riesgos de la política, en la judicialización que llueve sobre todos?. “Acá todos son sospechosos hasta que se demuestre lo contrario. Pero no pensé en eso. Pensé que era un contexto especial, no hubiera aceptado si me llamaba el anterior presidente”.
El contexto especialísimo los llevó a la primera crisis inducida desde el gobierno mismo, en el rubro del Interior. Le pregunto si al respaldar al ministro Rubén Vargas para escoger un comandante de la policía que no estaba entre los 3 primeros, como el reglamento de la ley dice claramente, y pasar a retiro a 18 generales, no pesó el ansia por responder a los jóvenes que pedían sanción a los represores. “Gracias a ellos estamos acá de algún modo. Creo que se han tomado las decisiones que en su momento se evaluaron eran las mejores. A mí me da mucha pena que el señor Vargas se haya apartado. Sintió que tenía que renunciar porque le estaban haciendo cargamontón; fue a una comisión, no lo dejaban hablar. Él mismo vino y me dijo, ‘yo me aparto porque siento que estoy dañando en vez de sumar’”.
La ministra no acepta mi definición de decisión ilegal. Admite que desafiaron el reglamento, donde está clarísimo que Vargas tenía que escoger entre los tres primeros, pero dice que el presidente tiene la facultad extraordinaria de aplicar la ley que dice otra cosa. Yo creo que la ley, sin ser tan explícita, dice lo mismo que el reglamento; pero ella me cita sendos informes del Minjus y del Mininter que les dijeron que lo hecho era legal. Creo que son informes de parte; pero en lugar de seguir la discusión le pregunto si el nuevo ministro José Élice será conciliador. Asiente pero aún no tienen una solución pues él la está estudiando.
El Congreso no la espanta tanto como a sus predecesores del vizcarrismo, o no quiere hacerlo notar. “Los tres de la mesa directiva [presidenta Mirtha Vásquez y vices Luis Roel y Matilde Fernández] son personas excelentes” me dice y se admira de que ya estén formulando la agenda parlamentaria para el próximo año.
Sobre la ley que faculta el retiro de fondos de la ONP no hay pánico porque es fácil adivinar lo que van a hacer, aunque ella prefiere callarlo. Le digo que es obvio que le darán largas a la reglamentación de los procedimientos de devolución mientras el TC decide que la ley es inconstitucional. Aún no se ha fogueado como para disparar balas de plomo sobre lo obvio. La imagino haciéndolo pronto.
Mientras hacemos una sesión de fotos, le pregunto si fue un dilema decretar la liberación de actividades restringidas ahora que hay signos de rebrote viral. Me contesta con pragmatismo que justamente por esos signos la norma incluye condicionales y la apertura solo se dará o reconsiderará según el monitoreo de la emergencia. ¿Por qué no han apostado a planes de rastreo y vigilancia digital, teniendo un presidente ducho en ciencia y tecnología?.
“Por que no podemos decir que vamos a hacer lo que no estamos seguros 100%. Pero eso no quiere decir que no lo estemos estudiando”. De pragmatismo, condicionales, dilemas, reconsideraciones y algunas terquedades propias y ajenas; está sembrada la transición de Violeta.
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