A Chabelita no hay que juzgarla precipitadamente. Primero hay que inclinarse ante ella y dedicarle nuestro asombro, porque es un pequeño monstruo de la política. Sus rivales fingen ignorarla, pero se arañan por ella, como recientemente Verónika Mendoza, Mirtha Vásquez o Sigrid Bazán, y el partido entero Nuevo Perú; al repudiarla por aceptar la Orden del Trabajo en manos de ‘Dina asesina’.
Isabel Cortez saca roncha a propios y ajenos, cambia radicalmente de opinión y de ‘look’, pero en cualquier momento desempolva el uniforme naranja de barrendera y se reconvierte en la bala del Sitobur (Sindicato de Obreros/as de Limpieza Pública). Se dispara y pone en evidencia no solo las brechas en el país, que es lo que hace la izquierda por convicción; ¡sino las brechas sociales dentro de la propia izquierda!. Con su primaria completa (en la base de datos de Infogob, consta que no terminó la secundaria) y su vida dedicada a la limpieza; les espeta a los titulados ‘progresistas’ (no usa el término ‘caviar’ pero alude al ‘progresismo’ con desprecio) que ella es más de izquierda que todos ellos. Pero no nos adelantemos.
Se despertaron
‘Chabelita’ fue una bala desde antes de sentarse en su curul. Para explicarles esto, una necesaria digresión: está afiliada a Juntos Por el Perú (JPP) desde el 2020, pero ya había postulado por ese partido para ser regidora provincial en el 2018. También lo hizo para el congreso complementario del 2020. Que no tuviera éxito en ambas oportunidades, no le impidió repetir el plato en el 2021. Si bien está ligada al partido JPP que preside su colega de bancada Roberto Sánchez, quien prestó su inscripción para que postule Verónica Mendoza con su Nuevo Perú (NP); fue en realidad la gente de Verónika quien asumió su campaña. Incluso militantes de NP la apoyaron y se convirtieron en sus asesores en el Congreso.
He aquí que en plena segunda vuelta, cuando la dirigencia de NP estaba en plenos tratos con Castillo y Perú Libre, para establecer una alianza; ella fue por la libre a una reunión castillista. Luego se apareció con un lapicito en el comité de campaña, resentido con su indisciplina. Una vez estrenado el Congreso, fue díscola, independiente, no alineaba su voto en ocasiones claves y buscaba a otras bancadas para que apoyen sus proyectos. En esos afanes, llegó al extremo de pactar un misterioso acuerdo con los ‘Niños’ de Acción Popular. En julio de 2022, entregó a la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales (SAC) un informe de 22 páginas recomendando que exculpen al grupete. Esto por supuesto, fue rechazado por su bancada.
Tras la salida de Mirtha Vásquez, Pedro Francke y Anahí Durand (los dos últimos, militantes de NP), del gabinete; la relación del partido con el gobierno se deterioró al punto que la bancada alentó interpelaciones e investigaciones contra ministros de Castillo. Las excepciones fueron ‘Chabelita’ y, claro, su correligionario y entonces ministro de Comercio, Roberto Sánchez. Cortez fue oficial y oficiosamente castillista, o la pegó de tal, hasta el 1 de mayo reciente cuando recibió la orden del trabajo de manos de Dina Boluarte. Y la izquierda que parecía dormida, se despertó y se jaló los pelos.
Buena puntería
Indagué en el Ministerio de Trabajo, cómo nació la idea de entregar la orden a Cortez. Primero, comprobé que no es extraordinario entregársela a líderes sindicales. Este año hay otros 3 sindicalistas que la han recibido. Tampoco es excepcional que la entregue el presidente de turno. Ha sucedido en años anteriores. Hay un Consejo de la Orden del Trabajo, con 10 miembros, presidido por el ministro, que delibera a quienes entregar la orden entre las postulaciones que las puede hacer cualquier ciudadano. La mayoría del consejo la componen funcionarios del ministerio y hay dos representantes de los dos consejos consultivos, uno por cada viceministerio; representantes de los sindicatos y de los empleadores representados por la Confiep. Chabelita fue postulada por Rolando Torres Prieto, miembro de la Central Autónoma de Trabajadores del Perú (CATP), una federación bastante menos representativa que la CGTP. Votaron 7 a favor y se opusieron la representante de la Confiep y los miembros de los consejos consultivos. El ministerio se alineó con ‘Chabelita’, por lo que no podemos descartar que fuese una consigna del Ejecutivo coordinada con una pequeña central sindical.
No hubo, pues, nada irregular ni extraordinario en la designación de Cortez. El MTPE, incluso, me ha proporcionado el correo que la postuló. Lo extraordinario ha sido el abrazo de Dina Boluarte con una congresista que no hace mucho pedía su vacancia por las muertes durante las protestas. Verónika Mendoza que había callado ante tantos escándalos del castillismo y de la marcha de la política, y solo alzaba la voz antes los caídos en las movilizaciones; de pronto tuiteó que “las traiciones de quienes privilegian sus ‘carreras políticas’ individuales utilizando plataformas, luchas y sueños colectivos, son muy dolorosas”. No sé qué picó más a Cortez, si el que la acusen de traidora o el que hablen con desprecio de su carrera política. A la crítica de Mendoza, se sumaron varias otras, de Mirtha Vásquez, de Anahí Durand, de Enrique Fernández Chacón y hasta hubo una sentencia de Guillermo Bermejo: “No se abraza a los asesinos del pueblo”.
La respuesta de Cortez fue al corazón de los dramas, dilemas y frustraciones de una izquierda a la que acusa de haber quemado sus puentes de representación con bases y electorado: “Toda esa izquierda y progresismo que hoy me ataca rabiosamente (…) le dio la espalda al presidente Castillo. (…) Toda esa izquierda intelectual y progresista no saben ni nunca entenderán lo que es luchar por pequeñas victorias laborales”.
Paralelamente a esta bronca, había otra, íntima, entre los asesores de ‘Chabelita’ y su partido NP. Por un lado, no soportaban el abrazo de su jefa a Dina; pero tampoco estaban de acuerdo con la posición la dirigencia y el desprecio que emanaba de ella. Román Heli Paredes, su principal asesor, era miembro de la comisión política de NP. “Renuncié a la comisión política y a la militancia” me ha dicho, escuetamente, por WhastApp. En los últimos días había protagonizado una polémica pública con Álvaro Campana, ex secretario general de NP, que, bien tardíamente, criticaba el fiasco de Castillo y sus implicancias para la izquierda. Paredes le replicaba que en lugar de sumarse al cargamontón contra Castillo se pregunte autocríticamente porqué la izquierda ha perdido influencia en el campo popular.
El asesor Paredes, quien junto a su correligionario Humberto Lovatón, son los presuntos autores del comunicado que hinca al progresismo; también han perdido su trabajo. Ambos renunciaron el viernes al despacho de Cortez. Paredes lo hizo dejando una extensa carta en la que le reprocha a su ex jefa que “la condecoración recibida es una lamentable afrenta contra nuestro pueblo” y a la vez la defiende de quienes “están usando lo sucedido contigo para erigirse como dueños de la moral”. Esto último se aproxima a las críticas que suele hacerle la derecha conservadora a la izquierda progresista. Pero Román Paredes está muy lejos de aquella. Su aversión a Boluarte y al abrazo que se dio con ‘Chabelita’, es porque el gobierno “ha pactado con la ultraderecha”. En eso coincide con Mendoza y su ex partido; pero la bronca se mantiene en torno al papel y la ‘representatividad’ de Castillo en el ‘campo popular’.
El episodio con ‘Chabelita’ confirma que Castillo ha sido devastador para la izquierda. Esta aún no atina a definir la magnitud de la corrupción del gobierno en el que participó y de su pérdida de credibilidad como alternativa para el futuro. Pero tampoco atina a ver cuánto la expectativa de representación que llevó a Castillo al poder, y su fiasco subsecuente; cuestionó la propia debilidad de representación del progresismo limeño. Pero estas disquisiciones no importan mucho a ‘Chabelita’. Ella es una de las tantas sobrevivientes del Congreso y quiere quedarse aunque tenga que abrazar a Dina las veces que sea necesario.
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