“Ya no oigo, estoy viejo”. Es una frase que todos hemos escuchado alguna vez: de nuestros padres, hermanos, amigos o incluso de nosotros mismos. Lo preocupante es que solemos asumirla con resignación, como si la pérdida auditiva fuera una consecuencia inevitable del envejecimiento, cuando no lo es del todo. La disminución de la audición también puede afectar a adultos jóvenes, adolescentes e incluso niños. Y más allá del aspecto físico, es crucial comprender el impacto psicológico y social que puede tener en la vida de quien la padece.

“La realidad de la pérdida auditiva —y te digo, lo más importante desde mi punto de vista— no es que la persona escuche mal. Porque la pérdida auditiva, por fortuna, en este momento de la historia tiene solución. Si se trata de una pérdida leve, moderada o incluso severa, puede corregirse con audífonos que, te puedo asegurar, cuentan con tecnologías realmente increíbles hoy en día. Entonces, lo que más me preocupa de una pérdida auditiva no es la pérdida en sí, sino los efectos que esta puede ocasionar en la persona”, sostiene Diego Jiménez, fonoaudiólogo y director de Audiología OÍR, en entrevista con El Comercio.

El impacto psicológico y social que puede tener la pérdida auditiva en la persona es más serio del que uno cree.
El impacto psicológico y social que puede tener la pérdida auditiva en la persona es más serio del que uno cree.

En ese sentido, es fundamental entender cómo puede cambiar la calidad de vida de una persona que sufre una pérdida auditiva progresiva y no hace nada al respecto. Más allá del deterioro físico, el verdadero impacto se refleja en el ámbito social y psicológico.

“Una persona con pérdida auditiva empieza a tener grandes dificultades para comprender lo que le dicen. Es cuando comienza a oír carta en lugar de Marta, filtro por centro o riña por niña, y eso conlleva a que también experimente problemas de seguridad personal. ‘¿Habré escuchado bien o mejor me callo?’, ‘¿Para qué voy? Mejor me quedo en casa, vayan ustedes’, porque, de alguna manera, comienza a aislarse”, sostiene Jiménez.

En la misma línea, Sarah Sydlowski, audióloga de Cleveland Clinic, señala en conversación con este Diario que los efectos psicológicos y sociales de la pérdida auditiva son distintos en niños y adultos, y mucho más amplios de lo que solemos imaginar.

La pérdida auditiva no tiene las mismas consecuencias en niños y adultos.
La pérdida auditiva no tiene las mismas consecuencias en niños y adultos.

“Psicológicamente, los niños con pérdida auditiva pueden experimentar frustración debido a las dificultades en la comunicación, lo que puede derivar en problemas de comportamiento y baja autoestima. Estos desafíos también pueden afectar su rendimiento académico y su interacción con los compañeros”, explica la especialista.

Jiménez, por su parte, pone especial énfasis en esta etapa del desarrollo:“Date cuenta de que tú me estás escuchando y entendiendo todo porque, de bebé, escuchaste bien. Formaste en tu corteza temporal perfectamente el español, y por eso lo hablas, lo lees, lo escribes. Pero imagínate si no hubiera sido así, si no hubieras oído bien y no hubieras podido desarrollar correctamente el lenguaje. ¿Habrías aprendido a leer, a escribir? ¿O simplemente habrías pasado a engrosar esas grandes filas del analfabetismo por una sordera no tratada a tiempo? Lo mismo ocurre con el niño que tiene una pérdida leve o moderada: es el niño maltratado, al que se le dice ‘ah, tú tienes problemas de aprendizaje’, o ‘me retrasas el grupo’”.

Sobre esta problemática, Jiménez —nacido en Colombia y radicado en el Perú desde hace 23 años— revela un dato clave: en nuestro país, la especialidad de Audiología no se estudia como carrera universitaria. Los pocos profesionales especializados se han formado en el extranjero, por lo que la forma en que usualmente se abordan estos casos no siempre es la más adecuada.

A diferencia de la persona con pérdida de visión, que puede ser detectada inmediatamente en la calle, aquel que sufre de pérdida auditiva, socialmente no es bien tratado.
A diferencia de la persona con pérdida de visión, que puede ser detectada inmediatamente en la calle, aquel que sufre de pérdida auditiva, socialmente no es bien tratado.

“Es muy raro que alguien diga: ‘A ver, este niño no está aprendiendo bien, ¿será que no está oyendo bien?’”, señala Jiménez.“Entonces, el niño que no oye bien no aprende bien. Se vuelve inquieto, molesta a sus compañeros, quiere salirse del salón… o, por el contrario, es introvertido, callado, poco participativo”, agrega.

En el caso de jóvenes y adultos, Sydlowski explica que el desgaste auditivo puede generar sentimientos de aislamiento, vergüenza y ansiedad. La necesidad constante de pedir que repitan lo dicho o la dificultad para seguir conversaciones disminuye la confianza, tanto en situaciones sociales como profesionales.

En adultos mayores, la pérdida auditiva no tratada se ha relacionado con un mayor riesgo de depresión y deterioro cognitivo. La dificultad para comunicarse puede llevar al aislamiento social y a una profunda sensación de soledad.

“El sordo es una persona agredida”

A diferencia de quienes tienen una discapacidad visual, cuya condición es más evidente y puede generar reacciones de ayuda inmediata, la pérdida auditiva suele pasar desapercibida y, muchas veces, es tratada con impaciencia o rechazo.

“Mientras que a una persona ciega la ayudas a cruzar la calle, a una con pérdida auditiva le dicen cosas como: ‘Tú oyes lo que quieres oír’, ‘te haces’, ‘oyes lo que te conviene’”, explica Jiménez.“Va al banco, le dicen: ‘Señor, su número de DNI’. Él pregunta: ‘¿Perdón?’. Y la señorita le responde, ya molesta: ‘¡Su DNI, señor!’, casi gritándole. Entonces, comienzan a agredirlo, y eso lo hace sentir muy mal, porque la pérdida auditiva no se ve. No es como decir: ‘Mire, ahí va un señor con bastón’. No hay señal visible”, reflexiona.

Si mejora la calidad de vida del paciente, mejora la calidad de vida de toda la familia.
Si mejora la calidad de vida del paciente, mejora la calidad de vida de toda la familia.

Jiménez sostiene que lo más importante en una pérdida auditiva no es la merma en sí, sino las consecuencias que genera en la vida de quien la padece. Por eso, subraya la necesidad de atender el problema a tiempo.

“Yo digo que hay tres fases en la resolución de una pérdida auditiva,” explica.“Primero, mejorar el presente del paciente: la radio, el televisor, el teléfono… medios con los que convive y cuyo volumen termina fastidiando a los demás.Segundo, prepararse para el futuro: si no se actúa a tiempo, la pérdida auditiva avanza. Y entre más avanza, mayores son los problemas de comprensión, atención, estado de ánimo e integración social.Y tercero, mejorar la calidad de vida de la familia: la gente no siempre tiene paciencia para repetir las cosas ni para soportar el volumen elevado del televisor o la radio. Si el paciente mejora, mejora todo su entorno”, concluye.

¿Cómo prevenir la pérdida auditiva?

La audióloga Sarah Sydlowski señala que la prevención es clave y puede lograrse con prácticas simples:

Protéjase de ruidos fuertes: La exposición prolongada o frecuente a sonidos intensos es una de las causas más comunes de pérdida auditiva.

Use protección auditiva: Emplee tapones o protectores en conciertos, eventos deportivos, obras de construcción o al usar maquinaria ruidosa.

Modere el volumen: Si escucha música con audífonos, mantenga el volumen por debajo del 60% del máximo y limite el uso a menos de una hora seguida.

Aléjese de la fuente de ruido: Incluso unos metros pueden marcar la diferencia en la exposición sonora.

Realice controles regulares: Las personas que trabajan en ambientes ruidosos, como aeropuertos, fábricas o construcciones, deben hacerse evaluaciones auditivas periódicas.

La exposición prolongada o repetida a ruidos fuertes es una de las causas más comunes de pérdida auditiva.
Foto ANDINA/ EsSalud.
La exposición prolongada o repetida a ruidos fuertes es una de las causas más comunes de pérdida auditiva. Foto ANDINA/ EsSalud.

Evite introducir objetos en los oídos: Usar hisopos de algodón, horquillas o palillos puede dañar el tímpano o empujar la cera hacia el fondo del canal auditivo, provocando obstrucciones o infecciones. Lo ideal es limpiar solo la parte externa del oído y dejar que el canal interno se limpie de forma natural.

Hágase revisiones auditivas periódicas: Realizar controles regulares permite detectar a tiempo cualquier deterioro auditivo. Esto es especialmente importante en adultos mayores, ya que la audición puede disminuir con la edad. Una detección precoz facilita una intervención oportuna y adecuada.

Vacunación y tratamiento de infecciones:

-Vacunas: Estar al día con vacunas como las del sarampión, las paperas y la meningitis puede prevenir infecciones que comprometen la audición.

-Atención médica temprana: Si presenta síntomas de una infección en el oído (dolor, fiebre, secreción), es fundamental acudir al médico para evitar complicaciones que puedan dañar la audición.

Adopte un estilo de vida saludable:

-No fumar: El tabaco reduce el flujo sanguíneo al oído interno, lo que incrementa el riesgo de pérdida auditiva.

-Hacer ejercicio regularmente: La actividad física favorece la circulación y, por tanto, la salud de las estructuras del oído.

-Seguir una dieta equilibrada: Una alimentación rica en vitaminas y minerales, especialmente aquellas que apoyan el sistema nervioso, puede proteger la audición.

Implementar estas prácticas puede reducir significativamente el riesgo de pérdida auditiva y contribuir a mantener una buena salud auditiva a lo largo de la vida.

Es común que los adultos mayores atribuyan la pérdida auditiva al envejecimiento y no busquen ayuda.
Es común que los adultos mayores atribuyan la pérdida auditiva al envejecimiento y no busquen ayuda.

No asumamos que es parte del paso de los años

Muchos adultos mayores creen que no escuchar bien es parte natural del envejecimiento y no buscan tratamiento. Sin embargo, aunque la pérdida auditiva relacionada con la edad (presbiacusia) es común, no todas las personas experimentan una disminución significativa de su capacidad auditiva. Factores como la genética, la exposición acumulada a ruidos y la salud general influyen en cómo se conserva la audición con el paso del tiempo. Algunos adultos mayores pueden mantenerla casi intacta, especialmente si han tomado medidas preventivas y han evitado factores de riesgo.

“Es importante reconocer que, aunque el envejecimiento puede afectar la audición, no es una consecuencia inevitable para todos. Mantener hábitos saludables y protegerse de factores de riesgo puede ayudar a preservarla en la vejez. Además, es común que los adultos mayores atribuyan la pérdida auditiva a la edad y no busquen ayuda. Sin embargo, se enfatiza la importancia de abordar este problema con un profesional”, explica Sydlowski.

En esa línea, Jiménez comenta: “He tenido pacientes que dicen: ‘Estoy en la ducha y no me acuerdo si me eché o no el champú. Llego a la cocina y no sé a qué fui. Tenía que decirle algo a alguien y ya no me acuerdo qué era’. Muchas de esas situaciones se asumen como parte de la edad, pero no es así”.

Por eso, la especialista recomienda que los adultos mayores se sometan a evaluaciones auditivas regulares para determinar el grado de pérdida y sus posibles causas. En caso de diagnóstico, el uso de audífonos u otros dispositivos de asistencia puede mejorar significativamente la calidad de vida y la capacidad de comunicación.

También es clave la educación y la concientización. Informar a los adultos mayores y a sus familias sobre los beneficios del tratamiento ayuda a prevenir complicaciones como el aislamiento social o el deterioro cognitivo.

“Abordar la pérdida auditiva en adultos mayores no solo mejora su capacidad de comunicación, sino que también contribuye a su bienestar emocional y social”, resalta la especialista.

Lo importante de tratarse con un profesional

Si estás experimentando dificultades para oír, es fundamental acudir a un profesional desde el inicio para recibir el diagnóstico y tratamiento adecuados, recomiendan ambos especialistas.

“No es la misma tecnología la que se le pone a esa viejita que está en su casa, en un ambiente tranquilo, donde la familia la visita de vez en cuando, que a ese profesional que está en reuniones familiares, en reuniones de trabajo, que tiene que viajar, contestar el teléfono, probablemente hablar en dos idiomas... Es decir, que está mucho más expuesto al ruido”, señala Jiménez.

Ya sea por desconocimiento o por negación, cuanto más se retrase la atención, más difícil será resolver el problema.

“Para eso es la audiología: para que el paciente vaya con el profesional, se deje orientar por el audiólogo y entienda la gravedad de las consecuencias de no tratarse”.

Y concluye con una metáfora: “La pérdida auditiva es traicionera, es como si tú tuvieras 100 soles en monedas de un céntimo en el bolsillo, y cada día yo te robara uno. ¿Te das cuenta? No. Pero si alguien mete la mano y te saca 30 soles de un lado y 40 del otro, ahí sí lo notas”.

A TENER EN CUENTA

En su de febrero de 2024, la reveló que más del 5 % de la población mundial —430 millones de personas— padece una pérdida de audición discapacitante y requiere rehabilitación. De ese total, 34 millones son niños. Se estima que para 2050 esta cifra podría superar los 700 millones de personas, es decir, una de cada diez.

“La pérdida de audición discapacitante se refiere a una pérdida superior a 35 decibelios (dB) en el oído que oye mejor. Casi el 80 % de las personas con este problema viven en países de ingresos bajos y medianos. La prevalencia de la pérdida de audición aumenta con la edad: entre los mayores de 60 años, más del 25 % padece una pérdida de audición discapacitante”, se lee en el informe.

En el caso del Perú, según el Censo Nacional de Población del INEI (2017), hay 232,176 personas con dificultad para oír. Esta cifra representa el 7,6 % del total de personas con discapacidad. No hay datos más recientes disponibles.